No hubo terapia posterior al shock, sí, el trauma, el descalabro emocional, hierro y fuego dejaron marca para siempre desde aquel terrible suceso del cual no supimos jamás por qué sucedió.
Fue bajo el smog de un Distrito Federal donde respiraba entonces un cuerpo y diez millones de almas en 1969 o setenta. ¿Por qué a nosotros?, es decir a mi hermano Juan y a mí y a los veintitantos chamacos chilangos que jamás encontraron origen o causa cierta. Dizque fue una madona quejosa de delitos inimaginables, señora habitante de la tercera unidad Nonoalco-Tlatelolco, ella conocía nuestros rostros y nuestra mirada que no recuerda haberla visto en la plana redondez de este planeta. Seguramente fue por el grupo de rock, lo que el tiempo se llevó en nuestra ciudad de provincia.
Da que pensar ser un conocido rockero en la selva pintada con el color de las baldosas de una Plaza Tricultural. La notoriedad tiene su precio, y nosotros lo pagamos en completa inocencia con la sevicia de terribles acusaciones y las acostumbradas praxis del santo oficio policial.
Alguien nos abandonó en la jungla tan ingenuos que un crío dormido lo hubiera reconocido de inmediato, post adolescentes en tránsito dentro de aquel útero verde copado por barrios bravos, D.F. 1969 o 70. Y la pesadilla sigue ahí, decolorada y envejecida por diez lustros de semidesierto.
Aún despierto a veces con el terror entre los ojos, pesadilla tan real como las evaporadas aguas de la Laguna.
Ojalá Dios haya dado cuenta a estas alturas de la inquisidora madonna y de su chamaca des cordurada mental que nunca conocimos, aunque ella nos haya señalado con el dedo criminal de los falsos testimonios jurídicos, esos que junto a la prensa amarillista destruyen una vida en un día aciago como lo hizo ese rayo que nos fulminó sin tormenta ni pronóstico del clima. Allí pereció la cordura que hace el hoy lacerado, incompleto.
Ignoro qué fue de estos ángeles caídos, la mujer y la supuesta entenada. Por qué lo hicieron y de donde obtuvieron la macabra mentira de nuestra culpabilidad en aquellos terribles sucesos que aún no se van del todo, y creo que voy a morir con sus vestigios de vez en cuando regurgitados cuando duermo.