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Strawberry fields forever es una de las canciones más revolucionarias de los Beatles, y hoy es reconocida como una obra maestra.
Los Beatles empezaron a trabajar en Strawberry Fields Forever a finales de 1966. Era la primera vez que volvían al estudio desde el lanzamiento de su álbum Revolver unos meses antes.
En este momento, los cuatro músicos estaban pasando de estar en la carretera y de dar conciertos constantemente, a pasar todo su tiempo en los Estudios de grabación de EMI en Londres.
Durante los primeros días de enero de 1967 hacía un frío nevado en la Ciudad de México, donde hacía muchos años que no nevaba. Pero a esa primera semana de enero de 1967 se le ocurrió nevar y tres mil doscientos cuarenta y siete chilangos se fueron a correr sobre la hierba recién nevada al Desierto de los Leones. Meses después Radio Centro nos despertó con aquella rola de sonidos extraterrestres en el mini radio de transistores que mi madre me había regalado antes de exiliarme para ser un estudiante más en la capital del Pulque.
La rola recién estrenada en el Reino Unido el 26 de mayo 1967 era una producción de nada menos que cincuenta y cinco horas de trabajo en un estudio de grabación en donde apenas si cuatro escuálidos músicos de rock salidos del hambre y del frío tenían tiempo para alimentarse, situación nada nueva para ellos que habían sobrevivido tocando 12 horas diarias en los burdeles de Hamburgo para amenizar la locura etílica de los marineros alemanes de la postguerra.
Para poner esto en perspectiva, habían grabado su primer álbum completo en solo trece horas, evolucionando de una simple demostración acústica de John Lennon a una obra maestra compleja con una pista muy simple, para lo cual se usaron las grabadoras de cinta magnética más Pro de la época, un experto grupo de técnicos y un ingeniero de grabación que tras el Sgt. Peppers pasarían a la historia dirigidos por George Martin.
Estaba ocurriendo la inhumación de la Beatlemanía e iniciaba la era de la Psicodelia con sus alucinantes raíces de colores en el LSD que el doctor Timothy Leary había apadrinado ya en la Unión Americana.
