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Aquellos maestros de la Secundaria Campoy

Sergio Anaya
Miércoles 29 de Abril de 2020
 

Cada uno de ellos puede ser una fuente inagotable de anécdotas narradas por sus exalumnos, aquellos chamacos y chamacas que desde el mesabanco los veían con respeto y los escuchaban con atención, a veces, o en medio del aburrimiento durante las horas soporíferas del verano en un salón atestado por más de cincuenta cuerpos sudorosos.

Así pasaron frente a nuestros ojos los maestros de la Secundaria Campoy, portando el prestigio aquirido tras miles de clases en el aula y sin imaginar tal vez que mucho tiempo después seguirían presentes en el recuerdo amable de los hoy viejos exalmunos.

Ves sus rostros cuando aún eran jóvenes maestros, más jóvenes aún de la edad que tú tienes ahora, y recuerdas aquella hora cuando te aprobaron aunque no te lo merecías, con tal de no volver a verte en su clase. Si los maestros de matemáticas no fueran tan piadosos muchos de nosotros nunca hubiéramos salido de la secundaria. 

Ves el rostro de Leonardo Corona, el profe de Física, con el cigarro en una mano, el matraz en otra y el ceño fruncido. A su lado, en esta galería, está Gabriel Villegas (Cheyel), si fuiste su alumno cuídate del covid-19, ya estás muy ruco.

Allí está Conchita Valencia, afanada en inculcar a sus alumnos el orgullo por la historia nacional. También está miss Bórquez, la teacher. Manuelón García y el siempre afable Pablo Mariscal, los dos de Matemáticas.  

Manuel Güizar publicaba cada mes en Diario del Yaqui los nombres de sus alumnos más destacados. 

Manuel Millán, el tremendo maestro del taller de mecánica automotriz o algo así. Broncudo porque sólo así podía lidiar con los chamacos pendencieros que le faltaban al respeto.

Joaquín Coboj en su clase de historia nos hablaba de los ríos de Babilonia antes de que el tema se convirtiera en canción. 

Tacho Reyna, el maestro de educación física, nos intimidaba con sus lentes oscuros pues no sabiamos si veía a alguien en particular o si estaba dormitando mientras nos hacía correr como locos alrededor de la escuela.

Dejo para lo último a Saturnino Beltrán, también maestro de educación física, el Chimino siempre sonriente. 

A él lo saludé hace poco, en diciembre del 2019, y se veía fuerte y animoso, más joven que muchos de sus alumnos(as) que hoy pintan canas.

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