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Miércoles 1 de May de 2024
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Los amantes no son como antes

Sergio Anaya
Domingo 16 de Febrero de 2020
 

El cine, creador de arquetipos, ha establecido para cada época la figura del hombre ideal de quien las mujeres se enamoren y los demás hombres imiten, una mezcla de galanura y machismo casi perfectos para tener suerte entre las damas.

Es muy grande el número de galanes que han aparecido en la pantalla durante más de un siglo, pero entre ellos hay una élite indiscutible de figuras masculinas que inspiraron formas de comportarse, vestir y amar a las mujeres.

Entre esa élite la referencia más conocida es sin duda Humphrey Bogart, el actor que a mediados del siglo XX fue el ídolo tal vez más de los hombres que de las mujeres pues ellos percibían en ese rostro duro y con un dejo de perdonavidas el clímax de la masculinidad. Cuántos tíos y abuelos vimos alguna vez frunciendo el seño para soltar alguna frase, dos o tres palabras lapidarias que definieran una situación como lo hacía Bogart para enloquecer de amor a las mujeres y de envidia a los hombres.

Esa hombría ejemplar llevada al límite en "Casablanca" (1942), donde Rick (Bogart) asume el máximo sacrificio de un enamorado al ordenar a Lisa (Ingrid Bergamn) que se vaya lejos, renuncia al gran amor de su vida, lpero así la salvará mientras él, Rick, se queda para enfrentar las sombras nazis que rodean a Casablanca.

El cine mexicano, siempre a la caza de imitaciones oportunistas, intentó crear su propia versión del Bogart mexicano encarnado en Arturo de Córdova, el hombre duro, amante heróico, que ofrece su vida por la felicidad de la mujer amada en "Medianoche" (1949). El sombrero y la gabardina de Arturo de Córdova lo hace parecer más una caricatura que una imitación seria de Bogart.

En "Sueños de un seductor" (1972) Woody Allen resume casi de manera perfecta lo que significó el arquetipo masculino de Bogart para hombres de su generación.

Quienes crecimos viendo cine mexicano tuvimos como arquetipos a imitar a galanes poco convincentes como Pedro Infante. Cuántos hombres de pueblo fueron simpáticos, dicharacheros y dados al canto como Pepe El Toro, machos bragados fieles a la novia virginal y a los amigos del alma, además muy cabrones con la vampiresa que quiso sonsacarlos.

Así cada época nos ha ofrecido los arquetipos del hombre ideal aunque los amantes de ahora no son como los de antes. No inspiran actos heroicos por la mujer amada ni profesan virtudes admirables. A menos que se consideren virtudes las hazañas de los personajes de narcopelículas y los del nuevo cine mexicano con historias para chicos fresas, o sea, no manches.


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