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Modernizan servicio telefónico en Cajeme

Alberto Macías
Domingo 07 de Octubre de 2018
 

Publicado en Heraldo del Yaqui. 5 de junio de 1934

La empresa telefónica (Ericsson), que poco a poco ha ido extendiendo en nuestro país la telaraña de sus líneas y ofreciéndonos el portento de la electricidad hecha palabra a través de las distancias, se propone mejorar sus servicios.

Aumentará el número de operadoras, en primer término y esto, a nuestro juicio, es lo que más se necesita para que el teléfono desempeñe al industrial, la agricultor, al hombre de negocios o simplemente al particular, fielmente su papel de mensajero inmediato. El individuo de ahora no puede perder el tiempo impunemente. O progresa o se estanca, dependiendo lo uno y lo otro del grado de intensidad que ponga en las actividades a las que se dedica. Y el hilo que lo hace estar en todas partes, resulta su más eficaz colaborador. Pero debe ser un colaborador activo, diligente y no perezoso, porque entonces de nada serviría.

Otro conmutador que ya viene y más operadoras, desterrarán la consabida frasecita de que "está ocupada la línea", que cae sobre los nervios como pesado martillazo, aunque ella venga de los carmíneos labios de una telefonista.

He aquí lo que sucedió a un caballero, no precisamente aquí, pero sí por igual causa, que se hallaba en apurado trance:

Rin... rin... rinnn...

-Señorita, comuníqueme con el número 10299...

-Un momento, está ocupada la línea.

(Transcurren diez, quince minutos y nuevamente el teléfono deja oir su trinrineo metálico). 

-Señorita, ¿ya se desocupó la línea?

-No, todavía no, señor, sigue ocupada.

(Continúan las llamadas a intervalos razonables: la misma pregunta, la misma respuesta y en esto se van tres horas. El pobre hombre está desesperado y recurre nervioso cien, doscientas, trescientas veces la distancia que media entre el aparato y la alcoba).

-Señorita...

-No, todavía no. No se impaciente, yo le avisaré luego.

(En esos momentos se oye el llanto de una criatura y nuestro héroe suelta el audífono y corre hacia la mujer en donde la partera le espera orgullosa: ¡Hermoso machito!).

-Señorita, ya no es necesario que me comunique al 10299, que es el del consultorio del doctor... ¡Muchas gracias!... Se me olvidaba decirle que pongo a sus órdenes un nuevo criadito...

 

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Alberto Macías Enríquez, hijo del autor y recopilador de los artículos de su padre publicados en el libro El eterno motivo, aclara las circunstancias en las que se escribió este texto:

Nota del recopilador

En realidad, relata las peripecias que pasó durante el nacimineto de este recopilador. El lugar, la casa ubicada en la esquina sureste de las calles Madero y No Reelección, donde después desarrolló sus actividades comerciales de mayoreo, medio mayoreo y menudeo, la "Abarrotera de Plano Oriente", propiedad de mi tío Gustavo Meza. Mi madre fue atendida por doña Manuelita, una partera titulada que gozaba de prestigio en el medio; sin embargo, mi padre quería también la presencia de un médico para sentirse tranquilo.

 

El eterno motivo, de Alberto Macías Meza, recopilado por su hijo Alberto Macías Enríquez


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