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Aquellos años de rock y baladas

Sergio Anaya
Sábado 23 de Enero de 2016
 

En memoria de Salvador Navarro Lara (El Tingui), guitarra de acompañamiento, fallecido el pasado 10 de enero en Tijuana.


La revolución juvenil que envolvió al mundo en la década de los sesenta, llegó a Cajeme con sus expresiones más típicas: la moda en el vestir, los ídolos del cine y la música rockanrolera, de manera especial la balada rock.

No hubo una manifestación singular que marcara una diferencia entre lo que pasaba aquí y en el resto de la provincia mexicana. Sorprendidas en el tránsito de la sociedad rural a la urbana, ciudades como Obregón vieron con desconfianza el surgimiento de una identidad juvenil adoptada por adolescentes que no querían parecerse a sus padres, que no tomaban tan a pecho los valores de la decencia y las buenas costumbres que los adultos querían imponer.

Así salieron a la calle los primeros jóvenes que se atrevieron a vestir pantalones ajustados y llevar el cabello largo, sin importarles que se pusiera en duda su sexualidad. Esos melenudos de los sesenta debieron enfrentar no sólo la censura de sus padres y el qué dirán de los vecinos sino también la represión policiaca.

Cuando la chota aprendía a un mechudo para cortarle el cabello nadie lo veía mal, no había eso que ahora se llama cultura de los derechos humanos. Pero aquí como en todas partes la represión policiaca no fue suficiente para frenar la nueva rebeldía juvenil.

Sin embargo nuestros “rebeldes sin causa” no eran tal sino que actuaban por imitación, por estar al grito de la moda.

Y al calor de estos cambios surgieron los primeros grupos roqueros de Ciudad Obregón inspirados en el éxito de los Beatles, los Venture, o más acá, los Apson, los Rocking Devils, César Costa, Enrique Guzmán y otros ídolos sesenteros.

Rascar una guitarra eléctrica, pegarle a los tambores de la batería e intentar un grito a la Little Richard, eran los primeros pasos para descubrir que uno y sus amigos podían incursionar en el ambiente del rockandroll.

Muchos jóvenes acariciaron ese sueño y pocos llegaron a realizarlo.

Así nacieron los Blue Birds, uno de los conjuntos representativos de esa época en Ciudad Obregón.

Sus integrantes: Armando y el “Jhonny” Terán, Antonio González, Ramsés y Salvador Navarro, los jovencitos que la hicieron aquí y estuvieron a punto de hacerla más grande con su presentación en Televicentro (hoy Televisa), su acercamiento a las casas disqueras y alguna gira por Acapulco acompañando a cantantes famosos.

De esa época, han rescatado las grabaciones que enviaron a compañías disqueras y los reunieron en un C.D. producido por Armando Terán y Ramsés Navarro.


Nueva nostalgia

Escuchar ahora sus versiones, nos remite a la década de los sesenta.

A la distancia todo parece un cuento matizado de color rosa por la nostalgia, pero la fotografía no miente: Allí están los Blue Birds, con sus sacos a la Beatle, sin cuello, el pelo envaselinado, aún corto, todavía no se sueltan la greña.  Es el 31 de diciembre de 1964 y ellos amenizan la tardeada de Año Nuevo en el Club Olímpico. En la pista se baila “Popotitos” y “La plaga”.

Afuera la gente camina por las calles anchas y pavimentadas de un ciudad que presume de ser la más limpia del Noroeste. Hay optimismo en el futuro, grandes fortunas crecen al amparo de la agricultura  y el trabajo no escasea.

¿Drogas? ¿Qué es eso? Ah sí, la mariguana que fuman unos cuantos, muy pocos.

Las muchachas llevan tupé y una tímida minifalda, apenas tres dedos arriba de la rodilla, suficiente para escandalizar a sus padres y llamar la atención en el baile donde habrá de coronarse a la reina de la Secundaria Campoy.

Aquéllos sí que eran bailes. Imagínese usted a Manolo Muñoz, un ídolo nacional, con el acompañamiento musical de los Blue Birds en el Club Olímpico Cajeme.

Al ritmo de “La pera madura” y “Speedy González”, los estudiantes de la Campoy eligen a su reina entre tres bellas candidatas: Rosa Linda, Marita y Raquel. Los votos se van apuntando en una pizarra mientras los Terán y el güero Navarro le dan pauta al locutor y cantante de Guadalajara.

Poco después encontramos a los Blue Birds en el Casino Revolución de Plano Oriente.

“Y nosotros teníamos que salir corriendo porque los bailes allí terminaban en grandes pleitos, todos contra todos y sálvese quien pueda”, recuerda Armando Terán.

Así terminaban también los bailes en el Centro Social Hidalgo, donde imperaba la ley de las pandillas y los Blue Birds compartían crédito con la Orquesta Moderna en el baile de Navidad de 1965.


El sueño sigue

A mediados de los sesenta, los muchachos dejan la ciudad para probar suerte en la capital del país. No les va tan mal, pero eran jóvenes de clase media y tenían que optar entre dedicarse a la música o ingresar a la universidad.

Obviamente escogen lo último porque eras más seguro tener una profesión que andar de baile en baile, de antro en antro, “entre las desveladas y las muchas tentaciones del mundo de la farándula”, comenta Armando.

Se fueron los Blue Birds y junto con ellos otros conjuntos, como el de los hermanos Jaime y Escobar; luego vinieron Los Creyentes y sus vocalistas Carlos Apodaca, primero, y Lico después.

Los Creyentes se convierten en La Tierra y alternan con La Mente, con La Tranquilidad y otros grupos ya en los años setenta.

Desde entonces han aparecido y desaparecido grupos, modas, estilos y géneros musicales para los jóvenes.

Cada generación tiene sus propios recuerdos y en la generación de los años sesenta los Blue Birds ocupan un sitio sobresaliente.

Forman parte de esos hombres y mujeres, hoy respetables abuelos, que cada mes de diciembre siguen reuniéndose para bailar y recordar sus aceleres juveniles, aquellos días del rock and roll.

La Tierra sigue amenizando noches que  reúnen no sólo a viejos nostálgicos sino también a jóvenes que le encuentran sabor a la música oldie.

El sueño aún no termina.

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