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Lunes 29 de Abr de 2024
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López Mateos en el ITSON

Teresa Gil Gálvez
Domingo 31 de Mayo de 2015
 

Eran épocas electorales y el candidato priísta Adolfo López Mateos visitó Sonora y uno de sus puntos fue Ciudad Obregón y desde luego su principal institución educativa, el ITNO. El candidato llegó alrededor del mediodía y fue recibido por la clase política cajemense y  por los que se habían sumado de toda la entidad. No era para menos, los presidentes de México todavía tenían prestigio.

Como buen detalle recuerdo que las autoridades del ITNO no citaron a los alumnos porque no había proselitismo: si alguien quería asistir era bien recibido y desde luego yo me sumé a otros alumnos y me senté en una de las mesas largas que se pusieron en al patio trasero -donde nos reuníamos en el ateneo-, para invitar a comer al ungido del PRI. El hombre se sentó junto a las autoridades del ITNO con el rector Julio Ibarra a la cabeza y prominentes políticos,  mientras artistas locales cantaban música norteña. La comida consistió en barbacoa de res, muy común en Sonora. A diferencia de la de borrego que se estila en el sur.

Cuando un político decía panegíricos de López Mateos, hizo su entrada doña Lola, la lideresa que usaban los priistas en ese entonces para mover masas populares; era una mujer gorda, de voz gruesa y en ese momento  portaba dos ollas vacías para llenarlas de barbacoa.

Hubo un silencio tenso porque se pensaba que a la  señora se le podía ocurrir hablar y noté, cerca de él como encontraba, que López Mateos percibía un problema. Pero la situación no pasó a mayores y doña Lola se marchó con sus ollas llenas. Junto a mí, el filósofo Bernabé Navarro, uno de los maestros de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM que había llegado a dar clases desde la Ciudad de México, me dijo al oído:

-Tu eres la reina, deberías de decirle al candidato que te acompañe a recorrer la escuela.

Mil cosas pasaron por mi mente, me vi del brazo del futuro presidente de la República recorriendo el plantel; pensé en lo que le diría y si podría responder a sus preguntas. Yo era tímida y aunque a  algunos entrevistados en el Diario los abordaba con resolución, no tenía ideas para enfrentar a un político. Lo único que hice fue sumarme al recorrido que hicieron todos por los salones de clase. Irónicamente, cuando estudiaba Derecho en la Universidad de Sonora, me levanté con todos mis compañeros de clase para guardar un minuto de silencio por López Mateos que había muerto ese día.

A Bernabé Navarro con  quien una vez fui al cine a ver "Tammy, flor  de los pantanos", volví a verlo en los años setenta en la UNAM. Ya para entonces era un gran catedrático reconocido, pero seguía siendo un hombre sencillo y amable. Me regaló un libro de su autoría y recordó con cariño los años en el ITNO.  Nunca lo volví a ver y después supe que murió.

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