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Hasta hace sesenta años el lugar donde hoy está la Laguna del Náinari era un lago natural en época de lluvias. El resto del año bajaba el espejo de agua y hubo momentos en que permaneció seco, pero el subsuelo siempre tuvo los mantos alimentados por las lluvias de muchos años.
Debido a esa humedad esta área fue un lugar óptimo para siembra, con vegetación silvestre que atraía al ganado de las haciendas aledañas. Se dice que hasta este lugar venían el indio Cajeme y un grupo de yaquis a robar ganado o simplemente a descansar lejos del alcance de las tropas federales que los seguían.
La construcción de la actual Laguna del Náinari se hizo aprovechando la posición de este sector donde convergían los arroyos antes de crearse la ciudad.
Dicha construcción fue una de las importantes obras realizadas en el período del presidente municipal René Gándara (1955 – 1958).
Los terrenos pertenecían a principios del siglo pasado a la compañía constructora Richardson, que los vendió al general Álvaro Obregón cuya hacienda Náinari estaba al poniente del lago (donde hoy todavía se conserva, a la entrada del fraccionamientos Misioneros).
Tras la muerte del general Obregón, los terrenos pasaron en la década de los treinta a la compañía constructora que heredó las propiedades de la Richardson y de Obregón.
En particular fueron adquiridos por el ingeniero Oscar Leite, quien tras muchos estira y afloje se los vendió al Ayuntamiento presidido por Gándara para iniciar los trabajos de construcción de la Laguna del Náinari.
PIE DE FOTO
14 de abril de 1957. El agua empieza a fluir del canal a la Laguna del Náinari, inaugurando así esta obra realizada por el presidente municipal René Gándara (1955 – 1958).
