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En la sesión de Cabildo realizada esta semana el regidor Rosendo Arrayales solicitó que se abordara el caso del comandante Francisco Cano Castro y su posible destitución propuesta días antes en la Comision de Seguridad.
Nadie de los presentes secundó la moción de Arrayales, ni siquiera mereció un comentario por parte del regidor Víctor Ibarra, presidente de la Comisión.
Dos días después, tras el homenaje póstumo al policía Andrés Moroyoqui, el regidor Ibarra afirmó con mucha convicción que procedía la destitución del comandante y secretario de Seguridad Pública.
A su lado estaba la regidora Graciela Armenta. Ella reconoció que Cano les había expresado su frustración porque sus superiores no lo dejaban hacer lo que él consideraba necesario.
Así entre expresiones similares la renuncia o cese de Cano Castro se convirtió en el tema central de un episodio trágico que inició el sábado 17 con el asesinato del primero de los tres policías abatidos por el crimen organizado en días recientes.
Sin desconocer la importancia decisiva de un secretario de Seguridad Pública en un contexto municipal, lo que sucede hoy en Cajeme rebasa con mucho la capacidad que pueda tener una sola persona para enfrentar una problemática que atañe a los tres niveles de gobierno, y no sólo a las autoridades, primeras responsables, sino también a los propios policías e incluso a los medios de comunicación.
La violencia criminal en los niveles que hoy se presenta no es asunto de una persona y de su capacidad para combatirla o dejarla crecer. Este fenómeno es un mal sistémico, o en términos clásicos, una hidra de mil cabezas que apenas las cortan y vuelven a crecer. Así es la naturaleza actual de la violencia perptretada por el crimen organizado.
Cano podría haber sido cesado desde hace varios meses pero es poco probable que las cosas hoy fueran diferentes. Él es sólo una pieza de un sistema judicial, y este sistema no es un ente abstracto sino un conglomerado de personas y voluntades que tienen la misma o quizá más responsabilidad por lo que hoy sucede.
Un sistema, debe decirse, en el que incide la corrupción de funcionarios y de mando policiacos de diferentes corporaciones, aunque suele suceder que elementos inocentes y de trayectoria limpia paguen las consecuencias.
No es Cano. El problema en Cajeme es sistémico y hasta hoy se ha querido resolver sólo con declaraciones, operativos aislados y acusaciones mutuas entre los diferentes niveles de gobierno.
El asesinato de policías duele a la sociedad, pero el problema no se va a resolver mientras el asesinato y desaparición de cientos de personas siga siendo una constante de estos tiempos en Cajeme.
