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Eufóricos por el triunfo del América, equipo faavorito de los que no saben de futbol, dos amigos brindaron con bebidas ambarinas y otras de mayor octanaje durante varias horas en el callejón Cárdenas y No Reelección, en el meritito P. O.
Que si arriba las águilas y el negro Chucho Benítez, viva el Maza y el superportero Moi, y el guapo Miguel Herrera y viva el abdomen de lavadero que exhibió Emilio Azcárraga... en fin, una plática típica de esos fanáticos que ya comparan al América con el Barca y con el Bayern Munich.
De repente uno de los dos amigos se sintió superior a cualquiera y con el puño de izquierda le asestó tremendo golpe a su compa, así nomás sin mediar justificación alguna. Sólo por la alegría del triunfo americanista.
Entonces el otro, de nombre Jesús Molina, sintióse poseída del espíritu combativo de su equipo y en respuesta propinóle al agresor sólido botellazo en el rostro.
Adolorido por el golpe y desesperado por el peligro de perder lo que según él es lo mejor de sí mismo, el rostro, "de eso vivo" dijo, llamó a los policías quienes ipso facto se presentaron para arrestar a Molina.
Aunque éste quiso dribarlos y escapar por el extremo derecho, uno de los agentes lo paró en seco y con los taquetes por delante.
En menos de lo que duran los tiempos extras, Molina se encontraba en una celda de Seguridad Pública, donde seguía cantando "llevo en mi pecho los colores del América", mientras desde otras celdas le gritaban como le gritan a los porteros cuando van a despejar.
