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Una audaz fuga acuática intentó Jesús Espinoza alias El Cuate cuando lo interceptaron los policías en un rincón de la bella Providencia.
Sobre el bordo lateral del canalito que está en esa comisaría, El Cuate transportaba una carretilla con varios objetos, de los cuales no tenía la factura correspondiente porque no eran de él, y eso llamó la atención de los uniformados que ipso facto le ordenaron: "¡Engarrótese allí!".
Pero como El Cuate no sabe lo que significa engarrotarse, algo que apenas asocia con un viejo albur, pues decidió seguir su camino impulsando la carretilla.
Sin embargo, la orden de los policías se hizo más imperiosa: "¡Detente, detente, por favor!".
En vez de hacer caso, El Cuate optó por correr y enseguida se echó un clavado sobre el canal, pensando que los policías no se atreverían a echarse al agua, menos a esa hora, las 5:30 de la mañana, y menos aún cuando no es sábado para andarse mojando dioquis.
Tenía razón, los policías no se metieron al canalito. Pero lo siguieron a fuerza de carrera y con sus objetos férreos (o sea, sus pistolas) le advirtieron que se detuviera y se entregara.
Cansado de nadar 30 metros, El Cuate se entregó, no sin antes intentar un giro de ballet acuático, que resultó frustrado porque el canal está muy bajito.
Ya fuera de las aguas, los policías le suplicaron que los acompañara a la providenciana delegación de Seguridad Pública, invitación que El Cuate aceptó resignadamente.
