Tanto que chismorreamos durante años de Nogales: que no habían sabido defender la única joya arquitectónica que poseían: el edificio de la Aduana; que para qué ir a comprar ahí si con unos pasos más podíamos comprar en territorio arizonense; que había una sola calle; que trabajadores y estudiantes llegaban tarde a sus tareas aunque usaran auto y camión porque el tren les estorbaba el paso; y quién sabe cuántas críticas más.
Resulta que ahora, como es el único municipio con vías de comunicación subterráneas, nos miran por encima del hombro a los demás sonorenses y con un poco más que se les suba la presunción nos retirarán el saludo.
Con decirles que han pasado a segundo término lo que era lo primero desde los tiempos del gobernador Luis Encinas: el monumento a Juárez y el mono bichi, del escultor Alfredo Just.
Los estimamos, amigos nogalenses, los queremos. Confiamos que recobrarán la sensatez y se acostumbrarán a vivir una modernidad de primer mundo.
¡YA HAY CONFICIBIS!
Nos cayó ayer en el café el que siempre llega tarde pero no tuvimos tiempo de echarle la aburridora por su reiterada impuntualidad, porque nos hizo callar con una noticia apantalladora: ¡ya colocó el Ayuntamiento conficibis en el bulevar del Paseo Sonora. Que es un gran paso adelante, nos dijo.
Yo no tenía idea de qué son los conficibis y tampoco ninguno de mis compañeros, y aunque consulté con disimulo el pequeño Larousse que siempre llevo conmigo, un volumen de dos kilos,, no encontré la palabreja y con más razón creí que es algo fregón. Además, el flojo nos contó que los colocarían en otros bulevares de alta circulación, según aseguraba el director de Vialidad que se apellida Chenoweth.
Del café me fui directo al Paseo del Río Sonora y me deleité con el bonito adorno que son los conficibis, para proteger el espacio de circulación destinado a motos y bicicletas. Creo que sólo alguien que se apellide Chenoweth es capaz de instalarlos.
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