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El martes me uní con mi columna a centenares de personas indignadas ante el atropello de la policía de Hermosillo, que hizo una redada de ciudadanos pobres, vestidos con ropas humildes, algunos mugrosos, y a la fuerza los subieron a vehículos que los dejaron a su suerte por el rumbo de Navojoa.
Algunos de ellos eran trabajadores y se presentaron a denunciar el abuso cuando pudieron regresar. En las Redes, y hasta en los periódicos que viven de elogiar al presidente municipal, publicaron crónicas detalladas. Este funcionario se limitó a decir, muy campante, que los “traslados” habían sido voluntarios. La Fiscalía General informó a la prensa que se hallaba investigando los hechos. Y hasta ahí llegó la película.
El martes todavía se cimbraban las Redes con las protestas, pero el miércoles la violación de los derechos humanos y de la Constitución desapareció de los medios. ¿Qué acto de magia hizo el presidente municipal para terminar de golpe y porrazo con las críticas? No quiero creer que las empresas periodísticas hayan aceptado dinero a cambio del silencio. Creo que todo esto lo soñé.
SURGEN ESPERANZAS
Pese a que trueno con frecuencia contra los gringos, he reconocido que tiene que haber algunos conscientes, y quizás avergonzados, de los desplantes hitlerianos de Trump. Un tribunal federal norteamericano suspendió el cobro de aranceles impuestos a sus socios porque, al imponerlos, el loco ejerció facultades que no le corresponden. Obviamente, la Casa Blanca ha interpuesto un recurso contra aquella resolución, pero queda la esperanza de que no le funcione.
También del Reino Unido llegan protestas, en este caso, por la confesión de Trump de que ha invitado al Canadá para que se incorpore como un estado más a Norteamérica. Loco de atar.
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