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Que se llevaron las fiestas del Pitic a feliz término en Hermosillo, informan con orgullo inocultable las autoridades. No están de acuerdo en eso ciudadanos pobres y mal vestidos que fueron levantados por agentes de la policía municipal y llevados hacia el sur en camiones, como los cerdos, para que no echaran a perder el ambiente oficial de alegría. ¡Todo era tan bonito!
El gobernador Rodolfo Elías Calles (de 1932 a 1934), para callar al periodista Israel González una noche mandó gente armada que subió a camiones las máquinas y enseres del diario “El Pueblo”, y fueron a tirarlas en un baldío de Culiacán. A duras penas revivió allá don Israel su periódico, que volvió a publicar y con el tiempo, lo reinstaló en Hermosillo.
Leopoldo Sánchez Celis, gobernador de Sinaloa en tiempos del presidente Díaz Ordaz, me concedió una entrevista y me contó cómo terminó con las mordidas de la Policía Federal de Caminos que operaba en territorio sinaloense. Organizó una fiesta para los agentes, y cuando se hallaban desarmados y mareados con la cheve los cercaron y esposaron agentes judiciales y se los llevaron a la carretera que va a Durango. En un pueblo cualquiera los dejaron en libertad y a su suerte, bajo la amenaza de que la pasarían mal si regresaban a Sinaloa.
Yo creía que esas maniobras eran cosa del pasado. Pero no. Con tranquilo cinismo, el alcalde Astiazarán dijo a la prensa que los traslados eran voluntarios, como si los vehículos de la policía le hicieran competencia a las líneas del transporte comercial.
A diferencia de esas líneas, la policía no le cobra a sus pasajeros pero les exige que cubran determinadas condiciones: que parezcan vagos sin chamba, que parezcan desarrapados y mugrientos, que parezcan pobres. Con que parezcan es suficiente para correrlos de Hermosillo a fin de que no empañen el lujo de las fiestas ni echen a perder las fotografías del mercado recién restaurado (¡Al fin!)-
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