Hace un par de días elogié a dos reporteros, hombre y mujer, que discutieron con la Presidenta y funcionarios acompañantes sobre temas que los traían envueltos en dudas. Debo retirar todo elogio por lo que toca a la reportera (de “Proceso”, dijo) porque volvió con el mismo asunto: por qué la aceptación del general Cienfuegos, que fue secretario de la Defensa, a quien los gringos creyeron cómplice de los narcos.
La Presidenta hizo comparecer al secretario de Seguridad Gertz Manero para que respondiera a las dudas de la periodista, lo que hizo como si estuviera contando manzanitas y frijolitos para que la reportera entendiera. Pero ésta se limitó a farfullar frases deshilvanadas y sin sentido, como robot con el mecanismo descompuesto, por lo que la Presidenta tuvo que cortar el episodio porque una docena de reporteros se estaban quedando sin la oportunidad de preguntar.
Como soy un optimista incorregible, hubo un minuto en que creí que la reportera se armaría de valor y diría: “Ofrezco una disculpa a la Presidenta, al secretario y a mis compañeros porque la he regado. Casi al nacer tuve sarampión y me cuesta a veces entender lo que me dicen”. Pero no, siguió en sus trece.
El general Cienfuegos fue detenido por las autoridades gringas y dejado en libertad al advertir que no había en su contra pruebas de culpabilidad. Por su parte, nuestra Fiscalía realizó una investigación completa que tampoco localizó pruebas de que el alto militar hubiera violado las leyes. ¿Es muy difícil entenderlo?
Gerz Manero ofreció a la reportera una copia del documento investigatorio. Parece que esto tampoco lo comprendió
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