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Los cajeros se comen el dinero (1)

Carlos MONCADA OCHOA
Martes 2 de Abril de 2024
 

In memoriam D. Rubén Aguilar Monteverde

Este año es el centenario del natalicio del ilustre sonorense don Rubén Aguilar Monteverde, que inició su carrera bancaria en Navojoa a los 15 años y llegó a ser director general del Banco Nacional de México y presidente de la Asociación de Banqueros de México. Tuve el honor de conocerlo. Lo entrevisté para “El Sonorense” cuando tomó posesión como director en Hermosillo de Banamex, y luego cuando ascendió a director en la Costa del Pacífico. Si digo a los lectores que fue hombre comprensivo, humano, hábil financiero de soluciones rápidas, es porque fui testigo y beneficiario de su forma de ser.

Al finalizar la década de los setenta del pasado Siglo escribí el libro “Cayeron. 67 gobernadores derrocados”. Es la historia de los gobernadores que fueron destituidos o renunciaron, en los primeros 50 años del PRI, es decir, entre 1929 y 1979. Investigué los casos en los archivos del Senado, la Biblioteca Nacional y las hemerotecas de los estados en que se registraron los casos (casi todos, menos en cuatro). Hice muchos viajes por tierra. Conocí mejor a México y lo amé más.

Un empresario serio, con imprenta, me dijo que podría imprimirme cinco mil ejemplares por Diez Mil Pesos. Yo no tenía dinero y solicité un préstamo en el Banamex Alameda de la Ciudad de México. El periodista Jesús Corral Ruiz, que era cuentahabiente, me dio el aval. El gerente del banco me atendía con amabilidad pero me daba largas y no me resolvía. Entonces mi Ángel de la Guarda me recordó que yo conocía a don Rubén Aguilar, y como cuando uno está desesperado hace cosas que quizás no haría si no se avienta, me fui a sus oficinas, no lejos de la sucursal y pedí a la secretaria que me atendió, previa entrega de mi tarjeta, que consultara a don Rubén si podría recibirme y qué día y hora.

Para nuestra sorpresa (mía y de mi Ángel de la Guarda), la secretaria fue a consultar y al regreso me hizo pasar al despacho del señor Aguilar. Me recibió éste con fina amabilidad. Me invitó a sentarme junto con él ante una mesita separada de su escritorio. Hablamos un poco de Sonora y me pidió que le hablara del libro. No sé si por curiosidad o para probarme, me preguntó por dos casos de destitución, y como todos estaban frescos en mi memoria los relaté en detalle. Pero aunque me sentía encantado con la conversación estaba consciente de que no decía sí o no a mi solicitud de préstamo.

De repente, dijo: “¡La portada! ¿Ya tiene usted la portada?” No, no la tenía. “En Sonora saben quién es usted pero aquí, en la capital, pienso que no, si me perdona la franqueza. Hay que llegarle al público con una buena portada”. Y me dio una idea Y otra vez de repente, apretó el botón del intercomunicador, asomó la secretaria y le dijo: “Comuníqueme con el gerente de la sucursal Alameda, pero antes me da su nombre pues no lo recuerdo”. Dos minutos después le ordenaba: "Tiene usted una solicitud del licenciado Carlos Moncada; adelante con ella por favor”.

Era más de medio día cuando entré a la sucursal. El gerente me vio, caminó aprisa hacia mí y me dijo con cara de preocupación: “No sabe cuánto lo siento (en la torre, pensé, va a ponerme obstáculos porque me lo brinqué al ir a pedirle apoyo a su jefe, pero no era así) lo siento pero ya casi es la hora de cierre y no hay tiempo para los trámites. ¿Le molestaría volver mañana a las diez?”

Un pensamiento de admiración y cariño para Rubén Aguilar Monteverde y para Banamex de entonces, a quienes debo la publicación de aquel libro. El Banamex de hoy es otro bien distinto. Me ha creado conflictos, Pero de esto les hablaré mañana.

carlosomoncada@gmail.com

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