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Día (¿o milenio?) de la Mujer

Carlos MONCADA OCHOA
Jueves 7 de Marzo de 2024
 

Soy un admirador enamorado de las mujeres y podría escribirles elogios sin cansarme durante cada minuto de este Día de la Mujer. Pero me pregunto ¿para qué, si para cantar las cualidades de las mujeres nadie lo hace tan bien como las mismas mujeres?

Al entrar en vigor la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, en 1917, las mujeres en México no tenían derecho al voto, mucho menos a postularse para ocupar cargos públicos. Al finalizar ese Siglo ya lo habían adquirido, habían irrumpido en los poderes Legislativo y Judicial, había directoras de sinfónicas y rectoras de universidades, conductoras de camiones y taxis, gerentes de negocios, historiadoras…

Ganaban más y más posiciones con la sola advertencia de que aquí o allá no hay mujeres y sin ser sometidas a examen, reclamaban la posición con el solo argumento de su sexo.

Yo guardo enorme gratitud a las mujeres porque fue una mujer la que me dio la vida y una mujer la que me dio la llave para abrir todas las puertas del mundo: la profesora Elvira Márquez, quien me enseñó a leer y escribir en la Escuela Carlos M. Calleja. Y ahí conocí, a los seis años, la belleza de la mujer.

Un día faltó la profesora Elvira Márquez y la directora Mercedes Andrade dispuso que se fuera el grupo al otro primer año, de chicos un poco mayores, y que quedáramos al cuidado de su maestra. Me veo avanzando triste y un poco asustado a un salón de chicos desconocidos. Uno de ellos me hizo campo en su pupitre y ahí estuve, callado, a punto de llorar.

De pronto una mano suave y tibia me tomó la barbilla y me hizo levantar la cabeza y descubrí, a centímetros del mío, el rostro más bello que había en el mundo; el cutis blanco y suave, los ojos verdes, el cabello rubio y la boca roja de la profesora Consuelo Miranda. Mi tristeza se volvió felicidad.

Las mujeres hacen estos milagros todos los días. Es absurdo que compitan con los hombres porque ya son, por naturaleza, mejores que los hombres. Nos llevan de ventaja, para comenzar, que monopolizan el milagro de la maternidad. No sé qué decirles en su día, excepto desear que no reciban ya honores en razón de su sexo, sino de su inteligencia y valor.

carlosomoncada@gmail.com

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