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El Presidente no se conmueve de los apuros que pasamos los mexicanos que salimos en su defensa. La tarea que echa sobre nuestros hombros es cada vez más pesada. Deben haberse publicado en todo el país, entre domingo y lunes, centenares, quizás miles de artículos y caricaturas sobre su frase de que su autoridad moral está por encima de la Ley.
¿Qué es eso? La autoridad moral de una persona es respetable y de importancia decisiva en el campo de la Ética, pero no hay nada por arriba de la Constitución y de las leyes que de ella derivan. ¿Qué sucedería si no fuera así? La Nación entera iría al caos.
Me pregunto si entre los colaboradores de primera fila del Presidente no hay cuando menos uno que le tenga la confianza suficiente para decirle: hoy ganaron nuestros adversarios, les diste material para que sigan publicando que pretendes conducirte como un dictador. Si ninguno se anima a hablarle con franqueza, llévenle un estudiante de primer año de Derecho para que lo ubique en la realidad jurídica.
Hay ejemplos odiosos en la historia del mundo (“El Estado soy yo”, en Francia) y no digamos en nuestro propio país (“mátalos en caliente”, en el porfiriato). Hoy en día, ni quienes en verdad son dictadores se expresarían así.
Ayúdenos, pues, señor Presidente. Ponga un disco diferente.
EL ACUEDUCTO, INAUGURADO
Como ha sido el caso de otras obras públicas, el acueducto de los yaquis fue inaugurado sin que se encuentre completamente concluido, lo que se calcula que será en marzo. Pero hay una razón válida para que se haya anticipado la inauguración y es que, como bien se sabe, el primero de marzo comenzará la veda electoral que impedirá al gobierno entregar obras porque se supone que serían actos de propaganda en favor de su partido.
Los responsables de la construcción podrán concluirla al cien por ciento sin que los apresuren, lo que no harán ni el gobierno Federal ni el del Estado porque no hay prisa por intentar que el acueducto haga sus funciones: conducir masas de agua de la presa del Oviáchic a Las Guásimas, pues por ahora no hay nada qué conducir.
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