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José Rómulo Félix Gastélum, navojoense-alamense, murió. Cuando ingresó a la Sociedad Sonorense de Historia, de la que con el tiempo fue presidente, decía que ésta contaba con dos grupos: técnicos y rudos. Los primeros eran los historiadores con título, y los segundos, aficionados a la historia. Él era rudo, pero se inscribió en la carrera en la Unison, y pasó a ser técnico. Ya contaba con título de licenciado en Derecho por la UNAM.
Fue el primer director general del Instituto Sonorense de Cultura, nombrado por el gobernador Félix Valdés, quien no se interesó por apoyar sus programas. Lo mandaron a una zona alejada y lúgubre de la ciudad para que instalara su oficina y casi al terminar el sexenio le rentaron una casa cercana a la Plaza Zaragoza para que despachara en forma decorosa.
Uno o dos jóvenes intelectualoides criticaron el nombramiento porque Rómulo llegaba con el antecedente inmediato de haber sido funcionario bancario. Nadie les hizo caso. Le hice y publiqué en “El Sonorense” en 1991, una entrevista sobre sus logros en el puesto y cuando alcancé el honor de ser el segundo director del Instituto (yo) le agradecí que hubiera creado bases sólidas para la institución.
Creo que su mejor aportación de entonces fue haber reanudado el Concurso del Libro Sonorense, interrumpido durante 25 años.
Escribió algunos libros con estilo sencillo y claro, entre ellos una Historia de Sonora ideal para estudiantes, y la biografía del agricultor Pancho Schwarzbeck. Además, promovió segundas ediciones de obras importantes, como la Historia del Valle del Yaqui, de Claudio Dabdoub Sicre. Junto con Raquel Padilla (DEP) y con apoyo del INAH, organizó las jornadas anuales convocadas para difundir estudios de nuestras etnias.
En 2012 quedó vacante el puesto de cronista municipal de Hermosillo por el fallecimiento de Rafael Aguirre, y el Ayuntamiento eligió en su lugar a José Rómulo. Pero se incurrió en el desatino de nombrarlo sólo por cinco años, aunque desde tiempo atrás se acepta en todos los municipios que el cargo de cronista era válido por toda la vida del titular. Pero qué bueno que al menos por ese breve lapso tuvimos un cronista ejemplar.
Recuerdo un episodio simpático de nuestra relación amistosa. Me invitó a su conferencia sobre la invasión francesa. Al referirse a la derrota de Maximiliano citó el cuadro “pintado por Manet Monet” (dijo los apellidos de ambos pintores con rapidez) sobre el fusilamiento. Cuando el evento concluyó y se marchó el público, le pregunté por qué había mencionado a los dos pintores. Él se sonrió como muchacho pescado en una travesura, y me confesó que no estaba seguro de cuál era el autor. Le aclaré: “El autor es Monet, y para que se te grabe, recuerda que Monet vivió más años que Manet, y para que recuerdes quién fue el más viejo advierte que la primera vocal es la “a” de Manet, y la que está más lejos es la “o” de Monet”.
Celebró la ocurrencia con una invitación a tomar café (luego comentaremos otras cosas, ¿eh Rómulo?)
