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Anécdotas de un pediatra

Raúl Héctor Campa García
Viernes 21 de Octubre de 2022
 

20 de octubre, día del pediatra

“La riqueza de la humanidad, está depositada en ese pequeño niño”

“Hay que hacer del hombre, un ser humano”.

Fuente: Humanismo y Pediatría. Academia Mexicana de Pediatría.Fondo Editorial Nestlé. México 1973.

EL médico español Dr. Gregorio Marañón y Posadillo (Madrid, España. 1887-1960), afirmaba que: “Vivir no es sólo existir y crear. Saber reír y llorar y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir”.

La especialidad de pediatría como otras ramas de la medicina, en nuestro país inició formalmente a principio del siglo XX, cuando ya en otros países, principalmente europeos, existían desde mucho antes. Los primeros pediatras mexicanos se formaron, la mayoría, en Francia y después en los Estados Unidos de Norteamérica.

En esa época “algunos médicos prominentes de la capital del país, aún cuando se fundó el Hospital Infantil de México (1943), y mucho antes, no establecían consensos acerca de la pertinencia y la necesidad real de la existencia de los pediatras”. (Dr. Alejandro Gómez Alcalá. *Prólogo del libro: Huellas de la Pediatría, de México a Sonora. Pág.8). Hubo médicos en ese tiempo, en especial uno de nombre José Terrés, que sostenía que “la especialidad de niños no debería existir, por ser los padecimientos de los niños idénticos a los de los adultos; la diferencia epidemiológica era explicada, por este médico, con base en que los padecimientos infantiles jamás se repiten en los adultos”. (Campa-García, Raúl Héctor: Huellas de la Pediatría, de México a Sonora. Pag.51. Cd. Obregón, Son, Mex. 1999)*. Que equivocado estaba el médico Terrés.

Ser médico y ejercer con profesionalismo la medicina, nos llena de satisfacciones y frustraciones en cuando al cuidado y atención de los pacientes. El ser pediatra, estas satisfacciones se vuelven muy especiales, cuando vemos una buena evolución y recuperación de la salud del ser más vulnerable del universo; desde el momento de la concepción, su nacimiento y observar un crecimiento y desarrollo armónico de la niñez.

Pero cuando nos enfrentamos con enfermedades propias de los niños, de casos difíciles y no lograr una buena evolución, nos sentimos frustrados, impotentes ante esto, que desafortunadamente puede ser fatal.

Esta dualidad de satisfacción y frustraciones, los médicos que nos formamos como especialista, y después en nuestro cotidiano ejercicio profesional, tanto en los hospitales oficiales o privados, lo hemos sentido. Pero siempre con el aforismo hipocrático de “Primun non nocere” (lo primero es no hacer daño).

Dar una noticia a los padres, fatal o una información de algún síndrome raro (aunque no sea fatal), que padece un niño, es lo más difícil con lo que nos enfrentamos los pediatras. Afortunadamente son más los casos de éxitos de muchos pediatras, que los fracasos.

Recibir el agradecimiento de los padres por la curación de un niño, es lo que conforta nuestra profesión. Los fracasos nos deprimen, nos hace sentir mal. En lo personal, por motivos de salud, mi ejercicio profesional, aunque continúo, ha disminuido considerablemente. Pero de volver a renacer en esta vida: “Volvería a ser médico” …pediatra.

Durante nuestra actividad profesional, en lo personal, se han presentado algunas anécdotas, jocosas unas, otras no tanto, con madres o padres donde se ha tenido una confianza mutua que es la relación médico-paciente (en pediatría, no sólo tenemos que ganarnos la confianza de los niños, sino también, no menos importante, la de los padres).

Con algunos de ellos hemos vivido varias anécdotas, aquí solo compartiré unas tres. Que se pueden tomar, dirían en mi pueblo: como ocurrencias cotidianas.

Una de las satisfacciones de ser pediatra, reitero, es ver a los niños sanos. Les comparto dos anécdotas, que aparece en el libro Huellas de la Pediatría (antes referido, pero modificadas), y una tercera, que no está en el libro. De las tres, entre otras, he sido protagonista (con todo respeto), por llevarme bien con los padres de mis pacientitos (aclaro).

“Un ginecólogo me llama, por ser el pediatra de su mismo equipo, para que reciba y de atención a un niño que está por nacer. Hijo de madre sana, con control adecuado de su gestación y la resolución del embarazo de término fue por vía vaginal: Un parto eutócico (parto normal). Nace un bebé rebosante de salud. En eso se acerca el anestesiólogo y me pregunta: ¿cómo está el bebé, doctor? Le contesto: ¡MUY BIEN! ¡No necesita al pediatra … pero el pediatra, sí necesita al niño!

En otra ocasión, me toca recibir a un niño de bajo peso, pero con condiciones excelentes de salud. La madre del bebé (conocida, me pregunta: ¿Qué es doctor? (en esa época no había ultrasonido en la región). Le contesto: Hasta ahorita es hombre, quien sabe después. La madre me dice: enséñeme los “esos” (se refería a los genitales del niño por supuesto). Le muestro al niño y sus “esos”, y la madre replica cariñosamente: HAY QUE CHIQUITOS. Le respondo: ¡Chiquitos, pero a sus órdenes!

En otra ocasión me llama un ginecólogo para recibir una bebé, de una señora embarazada por segunda ocasión. Le había atendido a su primer bebé (hacia 3 años), un bebe sano y le di las recomendaciones propias para el cuidado del Recién Nacido, y que lo alimentara exclusivamente (si era posible) al seno materno, explicándole las bondades de la alimentación al pecho, para los niños, desde que nacen a hasta los 6 meses mínimo, o “de perdida” por 4 meses.

La madre radicaba en otra ciudad y me pidió recomendación de un pediatra, en su ciudad de origen. Le di el nombre y dirección del pediatra. No la volví a ver hasta ese día que me llamó su ginecólogo. Me dice- el ginecólogo- los antecedentes de este segundo embarazo, que controló en su consulta, y que todo estaba bien.

Me comenta; ya la conoces, tú le recibiste al primer niño, y ahora me dijo que te llamará para que le recibieras a su segundo bebé. Peeeero me dijo -literalmente- la señora esto: “dígale al pediatra que no me esté chingando con que alimente a mi niña al seno materno, no le voy hacer caso, que no me insista. Así que ya estás enterado doctor – me dice el ginecólogo.

Muy bien -le contesto- enterado. Recibo a la bebé, la reviso meticulosamente, todo bien. Le doy la bebé a la señora para que la tome en sus brazos y le digo: Señora todo bien, la niña se encuentra en perfecto estado de salud. Aquí se la dejo, y aliméntela como le de su “regalada gana” (con otra palabra más coloquial, que salió de mi ronco pecho). No sé qué le diría a su ginecólogo. Nunca más la volví a ver.

Todos felices y contentos. Son estos momentos que nos quitan un poco el estrés. Estrés que todos los médicos sufrimos (aunque lo ocultemos), cuando atendemos pacientes delicados o muy graves.

 

FELIZ DÍA DEL PEDIATRA.

 

raulhcampag@hotamil.com 

@RaulHectorCamp1

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