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Hace unos días hubo una ceremonia para festejar el aniversario del Museo Conca´ac. No sé qué número de aniversario, pero como fue fundado en el sexenio de Samuel Ocaña, se trata de un museo cuarentón ubicado en Bahía de Kino.
Es bueno conmemorar los cumpleaños de una institución para que la gente sepa que está ahí y que sirve para consolidar la cultura de los sonorenses. Y es bueno también porque permite recordar a los creadores, a los que se esforzaron por fundarla, para que en el futuro, próximo o lejano, hombres y mujeres de otras generaciones imiten y aún superen su ejemplo.
Me enteré de la celebración por un boletín informativo del Instituto Sonorense de Cultura publicado en las Redes. Como se sabe, en esos boletines no se proporcionan todos los detalles del evento, sino sólo los aspectos principales, y por tanto, no sé si fue mencionado el nombre del sonorense que durante muchos años sostuvo, con sus propios recursos, la vida del Museo de los Seris, como se le llamó originalmente.
Y cuando me refiero a sus propios recursos no digo que él pagaba a la mujer que de cuando en cuando aseaba el lugar o al vigilante del Museo, aludo a su colección personal de objetos históricos representativos de la cultura conca’ac que durante mucho tiempo estuvo reuniendo.
Nadie crea que el Museo tenía entonces el edificio actual, construido cuando Poly Coronel fue la directora general del ISC. Durante sus primeros lustros el Museo no tuvo edificio. Hubo una época en que los objetos en exhibición se hallaban bajo una burda tienda de lona. ¿Estuvo preocupado entonces por su colección el doctor Gastón Cano Ávila?
Porque, se me pasaba decirlo, fue el médico, cazador, historiador y fotógrafo quien cedió su tesoro para que el Museo viviera. ¿Lo dijeron en la celebración del aniversario? ¿Le dieron las gracias? ¡Vaya!, ¿siquiera lo mencionaron?
HOY, 15 DE SEPTIEMBRE
Este día es, entre todos los del año, en el que más hondo siente uno a la Patria. Que faltará algo, comentó un columnista, porque no habrá cohetes ni fuegos pirotécnicos. ¡Qué niñería! Si prohíben las mesas repletas de antojitos y las botellas de tequila y mezcal; si eliminan los gritos de mariachis y borrachos; si en lugar de cohetes estridentes reina el silencio, ¿va a afectar al sentimiento de Patria que nos hace henchir el pecho y lanzar un reto a muerte al desgraciado que nos la quiera arrebatar?
Al contrario, tal vez sería una noche de silencio la más propicia para recordar con devoción a don Miguel Hidalgo y Costilla, a José María Morelos y Pavón, a todos los héroes que para forjar esta Patria renunciaron a todo, inclusive a sus vidas. Que se decretara el silencio y que sólo fuera admisible romperlo al amanecer del 16, con un grito estentóreo: ¡VIVA MÉXICO!
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