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En octubre de 1987 fui por primera y única vez a la URSS. Era el mejor momento pues la Perestroika estaba en su apogeo, igual que la popularidad en Occidente de su creador, el presidente Mijail Gorbachov.
(Si el lector, por su juventud u otro motivo, no sabe qué fue la Perestroika, deje esta columna y espere la que publicaré mañana).
La agencia Novosti propuso a los periodistas una excursión de tres semanas a la URSS por la mitad de lo que cobraban las empresas comerciales de turismo, Mil Dólares. Le agarramos la palabra compañeros de Tamaulipas, Colima, la Ciudad de México y yo, por Sonora. Y estuvimos en Moscú, Leningrado y Tbilisi (Georgia), tierra ésta de José Stalin.
Visitamos una fábrica de relojes que sirvió para explicarnos qué era lo que Gorbachov quería cambiar. Ahí nos dijeron que, hasta esa fecha, los sueldos que se pagaban a simples empleados y a los ingenieros especialistas, era igual, pues la doctrina comunista aconsejaba la igualdad de los ingresos. Los ingenieros y personal especializado de las empresas, en general, sólo contaban con el beneficio adicional de irse de vacaciones en barco cada año. Ya les estaban mejorando la paga.
Gorbachov pretendía extender la democracia en su país en la medida de lo posible y sería por eso que nos cayó bien a los mexicanos, aunque también influyó su esposa Raisa, no tanto bonita sino curiosa y exquisitamente vestida. Durante el recorrido que llevamos al cabo no vimos en parte alguna manifestaciones contra el gobierno, y volvimos a México con la impresión de que todo iba bien.
Pero es evidente que los enemigos del hombre que tenía una mancha en la frente sembraban la inconformidad entre los fanáticos del comunismo. En 1990 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz junto con el presidente norteamericano George Bush por los esfuerzos que ambos realizaban por consolidar la paz.
En 1991, Bush viajó a Moscú y comenzó las negociaciones con su colega ruso para incorporar la URSS a la economía mundial. Iba a ser ésta la culminación de la Perestroika. Pero tres semanas después, un repentino, rápido y eficaz golpe de estado, desvaneció sus planes. Lo echaron del gobierno con medios violentos.
Mijail Gorbachov falleció esta semana a los 90 años pero no se llevó a la tumba el secreto de la conspiración de que fue víctima. Quienes se interesen pueden buscar el libro “El golpe de agosto, la verdad y sus consecuencias” que escribió él en 1992
EL HUMEDAL DE LA SAUCEDA
Gracias al maestro Rafael Pacheco por su breve documental sobre el humedal cercano a La Sauceda. Es un paraíso a un paso de Hermosillo que con estas lluvias se antoja una pequeña selva. Hay agua cuya calidad estudian los científicos. Hay fauna (un pato aparece en plena filmación).
Un grupo de hermosillenses luchó contra la administración municipal pasada, que estuvo a punto de desaparecer esa reserva natural. Es un deber de humanidad conservarla y hay que ir más allá: ampliarla, ordenarla, para que sea de beneficio para todos.
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