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Creo que ya pasaron diez años o más –el lector me ayudará a precisarlo—de aquel episodio registrado en Caborca, cuando un general reunió lo más pesado de material de guerra que encontró para atacar a los narcos que se hallaban en Caborca. No se trataba de capturarlos o de eliminarlos por el tráfico de drogas. Era por venganza. Un hijo del general, cómplice de los narcos, los había traicionado, y éstos lo mataron.
El general supo en qué casa de la ciudad se escondían y para no andar en vueltas, mandó un avión que sobrevolara la casa y la bombardeara desde el aire. No le importó que pudieran morir inocentes en los alrededores y mucho menos que el patrimonio de particulares sufriera daños. La crónica fue puntualmente publicada en “Proceso”.
Pensamos entonces que luego de ese episodio, nada peor podía sucederle a Caborca y sus habitantes. Y nos equivocamos. Lo de este principio de semana fue el infierno: asalto a domicilios particulares, secuestros y asesinatos de personas, muertos y heridos en las calles, vehículos blindados con ametralladoras en torretas como los que se ven en las películas de guerra.
En rigor, no puede afirmarse que las autoridades competentes no hacen lo suyo, pues a las quejas y demandas de los particulares contestan que se están enviando tantos más cuantos soldados de la Guardia Nacional, otros tantos policías estatales y tropas del Ejército y la Marina. ¿Y qué? ¿Esperan que el crimen organizado se paralice de miedo con anuncios como ése y detenga los asesinatos y los secuestros?
Uno justifica que cuando se inicia la balacera no salgan con rapidez las fuerzas del Estado y del Municipio a echar bala contra los asaltantes. Calma. Hay que asegurarse de qué rumbo vienen las detonaciones, calcular el número de atacantes, saber en qué carros se mueven. No hay que arriesgar la vida de los agentes del orden y la seguridad.
¿Pero se ha hecho trabajo de inteligencia previo que les haya anticipado información? ¡Claro que se ha hecho, pero no podemos dar información al respecto por razones de seguridad, y si hay detenidos, tampoco, porque debe cuidarse el proceso legal, ni es posible hacer comentarios para no entorpecer las investigaciones. ¡Ah, entonces, ta’bueno! Ahí nos informarán cuando se pueda.
Es terrorífico el caso de Caborca. ¿Y el de Cajeme? ¿Y el de Empalme? ¿Y el de Guaymas?
¡Momento! No hay que exigir demasiado a las autoridades. Estamos hablando del infierno de Caborca. Los infiernos restantes, después, Cuando les toque el turno.
carlosomoncada@gmail.com
