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Los cambios en el periodismo

Alejandro de la Garza
Sábado 04 de Diciembre de 2021
 

El sino del escorpión ha sido atestiguar en los últimos años los muchos cambios en el periodismo mexicano, así como las dificultades de las empresas noticiosas tradicionales para responder a esta transformación exigida por una realidad igualmente cambiante. A juicio del alacrán, la más reciente muestra de esta mutación en el periodismo fueron los comentarios del Presidente López Obrador sobre la tarea informativa de la respetada y controvertida periodista Carmen Aristegui.

La razón de la aclaración presidencial fue el reportaje, enredado y mal editado, dado a conocer por el portal Connectas y por otros medios, incluyendo el de la periodista. El intrincado texto, firmado por Tania Go?mez y Sergio Rinco?n, involucra a los hijos del Presidente en un inferido conflicto de intereses, pues apunta a su fábrica de chocolates como beneficiaria de la producción de cacao impulsada por el programa oficial Sembrando vida, del cual en algún tiempo formó parte Hugo Chávez Ayala, amigo de los López Beltrán (¡uf!, así de enrevesado).

Pero los cambios en el periodismo vienen desde antes de este encontronazo, y aún antes de las consideraciones hechas hace un par de meses por López Obrador sobre una información difundida por el tan reconocido como criticado periodista Julio Hernández, quien, en respuesta, se levantó temprano para ir a una mañanera a cuestionar al mandatario por el ataque a su reputación. Ahí escuchó al Ejecutivo responderle con amabilidad y reconocer su importancia periodística, pero no retractarse sobre su idea de lo tendencioso de ciertas informaciones dirigidas a embestir a su Gobierno.

Pero los cambios recientes en el periodismo son muchos y variados, observa el escorpión, y para no ir más lejos recuerda cómo, en agosto de 2018, a un mes de la victoria de AMLO en las elecciones, el corporativo mediático Multimedios (Milenio), previendo el fin del dispendio de recursos destinados a la comunicación y la publicidad gubernamental, despidió a más de 200 de sus empleados con finiquitos económicos injustos o abusivos (o incluso para recontratarlos luego con un menor salario), por lo cual muchos exempleados mantienen todavía hoy una disputa laboral con el consorcio periodístico de Monterrey.

A lo anterior siguieron recortes en varios medios radiofónicos y televisivos privados, y continuaron en Excélsior, El Universal, La Razón y otros diarios, los cuales ya enfrentaban el de por sí problemático contexto de la transición hacia el periodismo digital, con la consecuente falta de lectores, la restricción de espacios para los colaboradores y la baja en las ventas de sus enflaquecidas ediciones impresas.

Al fuerte sacudimiento implícito en la redistribución planteada por el nuevo régimen de los recursos para la publicidad gubernamental en la prensa y los medios electrónicos, se sumó el fin de las prebendas y del privilegiado otorgamiento de cuantiosos recursos económicos a “distinguidos” columnistas-empresarios de todos conocidos.

Y todavía más, a este complejo panorama se añadió la multiplicación irrefrenable de canales de información alternativos por vía digital (desde FB y TW hasta YouTube y Telegram), los cuales han tomado buena parte del rating, pero, sobre todo, golpearon la credibilidad de los medios convencionales. Los jóvenes, es claro, no se enteran hoy de las noticias por los viejos canales y programas de los consorcios Televisa o TV Azteca, y aún peor, ya ni siquiera les creen.

En tanto, por su propio camino, los medios públicos se han fortalecido y conforman una alternativa informativa vigente y novedosa. Los críticos acusan de propaganda lo difundido por esto medios, pero en realidad, además de cuestionar y a veces contradecir con pruebas las noticias de los canales convencionales, ofrecen mayor diversidad informativa, consultan nuevas y distintas fuentes, y abordan temas de innegable relevancia olvidados por los medios privados.

Por si no fuera suficiente, el venenoso observa otra reconfiguración periodística a su parecer más importante: un reordenamiento no sólo de la geometría política entre medios de izquierda, centro o derecha, sino un cambio más profundo en las formas de producción, distribución, percepción y consumo de las noticias, pues el cambio de régimen ha desubicado o descolocado tamto a nuevos y viejos periodistas como a los medios mismos.

En la humilde opinión del alacrán, este efecto de trastocamiento de la geometría política mediática ha reubicado a innumerables periodistas y ha alcanzado también a Carmen Aristegui. Una periodista independiente, en efecto, en el sentido en el cual lo destaca Martha Uruchurtu en su artículo “Aristegui, esa discreta marca”, del portal SinLinea.mx: “¿Es libre e independiente? Sí, como empresaria y prestadora de servicios periodísticos. Eso es lo que hay. Una profesional que trabaja para sí”. Lo cual, puede decirse, es legítimo y bastante.

Al parecer, el efecto inmediato de estos cambios en el periodismo ha devenido, para bien y para mal, en el predominio del viejo fantasma del rating, pero ahora convertido en el concepto más políticamente correcto de “servicio a las audiencias”. A lograr estas audiencias, sus likes y pulgares arriba, su aprobación y, en muchos casos, su financiamiento, se abocan ahora los viejos y nuevos medios y plataformas. Las demandas de estas audiencias diversas impulsan y rigen, por ahora, las nuevas formas de producción y consumo de noticias.

@Aladelagarza

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