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Que el subsecretario de Gobernación Alejandro Encinas haya venido a Empalme a ofrecer una disculpa, en nombre del Estado Mexicano, a la familia de Alfredo Jiménez Mota, por no haber protegido la vida de éste, es un acierto; es inclusive conmovedor. Constituye el reconocimiento de la responsabilidad del Estado. Bien.
Pero ¿habrá también ofrecimiento de disculpas a las familias de los demás periodistas asesinados, y muchos de ellos, como Alfredo, desaparecidos? Si le asignan esa comisión también a Alejandro Encinas, se pasará el sexenio viajando.
Al reportero empalmense lo mataron (presumiblemente, aunque no han hallado sus restos) en abril de 2005. Un año antes habían asesinado en Tijuana a Francisco Javier Ortiz Franco, en Tamaulipas a Roberto Mora García, a Brad Wills, reportero extranjero, en las balaceras de Oaxaca, a José Armando Rodríguez Carreón y Enrique Perea, de Chihuahua, y otros muchos. El porcentaje de los homicidios impunes es vergonzoso.
Y si se trata de desaparecidos, de aquella primera década del Siglo XXI recordamos a los periodistas Jesús Sandalio Mejía Lechuga, de Veracruz, a quien se vio con vida por última vez en julio de 2003; a Leodegario Aguilera Lucas, secuestrado en Acapulco en mayo de 2004; a Rafael Oscar Ortiz Martínez, de Monclova, que desapareció en julio de 2006. Son los que me vienen a la memoria; pero estoy seguro de que en esa década sumaron diez los que se fueron sin que nadie haya vuelto a saber de ellos.
En el caso de Alfredo Jiménez, se acordarán algunos lectores que el presidente barbaján Vicente Fox, acorralado por los reporteros sonorenses en una visita que en mala hora nos hizo, dio su palabra (¡qué palabra iba a tener ese desgraciado!) de que resolvería el misterio. Se cuidó de que no se le acercaran quienes podrían tocarle el tema de nuevo.
Encinas declaró que el acuerdo firmado con los padres de Alfredo es el primepaso hacia la reparación del daño integral. Esto implica una compensación económica que no es un compromiso de tipo sentimental, sino una obligación; la legislación penal considera que la reparación del daño, en los delitos de homicidio, consiste en una indemnización para los familiares de la víctima; esa indemnización se calcula en relación a los años que pudo haber vivido el asesinado como ente productivo.
¿Por qué entre tantos periodistas desaparecidos en varias entidades federativas fue escogido el de Sonora para realizar este acto y a tantos años de distancia? No sabría decirlo. Pero de ese acto ha renacido el compromiso de reactivar las investigaciones de los casos no resueltos de otros periodistas victimados y de reforzar los mecanismos para proteger a los que se mantienen en activo. Son tareas nada fáciles de cumplir
Sólo recobraremos la confianza si se van aclarando algunos de esos crímenes y atrapando algunos de los responsables para someterlos a proceso de inmediato. Hechos son amores, dirían los clásicos.
carlosomoncada@gmail.com
