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Se agradece profundamente la visita a Sonora de la esposa del Presidente que vino a recomendar la costumbre de la lectura. Todo lo que se haga en tal sentido merece elogio. No obstante, es el momento de afianzar los pies en la tierra, dejar de lado lo que no ha funcionado y tratar de diseñar programas realistas pues los nobles fines que se persiguen no se alcanzan con ilusiones.
Hace más de 30 años que las autoridades de Educación tratan de fomentar el hábito de la lectura con el apoyo de “mediadores” espontáneos que creen, supongo que de buena fe, que si meten a cincuenta estudiantes a una sala y los hacen que se pongan a leer un libro, automáticamente se convierten en lectores habituales.
Si en cada uno de esos treinta años se hubieran formado cien auténticos lectores no tendríamos sólo trescientos lectores sino más, porque cada grupo de cien que se fuera sumando habría contagiado del hábito de leer a otros. Y al cabo de esas décadas ya deberíamos notar los resultados en la compra de libros, las visitas a las bibliotecas, el avance cultural en los medios de comunicación y otros parámetros favorables.
Me parece que habría que comenzar por destruir algunos mitos, por ejemplo, que la solución consiste en repartir libros como si fueran bolillos para hambrientos, o que el hábito de la lectura se puede imbuir masivamente como cuando se pronuncian discursos políticos en la plaza del pueblo, o que es aconsejable leer al grupo de personas en voz alta cuando la lectura es por naturaleza una función personalísima (con excepción, quizá, de la poesía, aunque en este caso no es aconsejable que lea cualquiera sino alguien que sepa trasmitir emoción a sus oyentes; de lo contrario, el resultado será que odiarán la poesía).
No voy a sugerir métodos a técnicos profesionales capacitados para formar lectores, que los hay, pero voy a reproducir en futuras columnas, críticas y recomendaciones de grandes escritores que tal vez sirvan para enderezar la marcha de la carreta.
LOS ODIOSOS DEL INE
Los miembros del Instituto Nacional Electoral ofrecen un lamentable espectáculo de ambición material y de soberbia en su lucha por recuperar lo que les mocharon del presupuesto, y sobre todo, en el afán de vencer al Presidente de la República y cobrarse las críticas que de éste han recibido.
Con tino, la Suprema Corte de Justicia resolvió, dicho en términos familiares, que a ver cómo le hacen pero tienen que realizar la consulta popular sobre la revocación o confirmación del mandato sexenal de AMLO.
Estoy seguro que no pocos lectores han avizorado ya la solución: que los señores del INE se bajen sus sueldos abusivos que rebasan lo que gana el Presidente mismo y al tiempo que acatarán así un mandato constitucional, contarán con dinero para cumplir la obligación que rehúyen.
carlosomoncada@gmail.com
