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Ing. Manuel Puebla, ¡gracias!

Carlos MONCADA OCHOA
Domingo 12 de Diciembre de 2021
 

Si la ex gobernadora Pavlovich me hubiera cumplido con la publicación de mi serie de libros “La Saga de la Cultura Sonorense”, yo hubiera tenido la satisfacción de haberle entregado personalmente al ingeniero Manuel Puebla Peralta el undécimo de esa serie, “Ciencia y Tecnología”, a él dedicado. Pero la mujer que fingió que nos gobernaba, no cumplió. Aunque la dedicatoria seguirá ahí, por si las autoridades consideran algún día que es importante escribir la historia de la cultura sonorense y la publican..

Yo llegué a ocupar el cargo de jefe de Prensa del gobierno de Luis Encinas casi al tiempo que arribó Manuel Puebla para crear la Dirección de Promoción y Fomento Industrial del mismo gobierno. Yo escribí los boletines con los que se anunció la celebración cercana del Primer Congreso Industrial de Sonora. Y lustros adelante fui su jefe de relaciones públicas cuando dirigió la paraestatal Productos Químicos Vegetales Mexicanos. Tengo, pues, mucho que contar, y con orgullo, de lo que hizo este sonorense por su estado y por México.

Pero a él le divertía recordar, cada vez que nos encontrábamos, un episodio político y en su recuerdo, voy a repetirlo.

En 1978 se mencionaba a Manuel Puebla entre los sonorenses que podrían ser candidatos a gobernador en los comicios del año siguiente. Un amigo que laboraba cerca del doctor Lauro Ortega, ex presidente nacional del PRI y asesor del presidente López Portillo, me preguntó si consideraba conveniente un desayuno de su jefe con el ingeniero. ¡Claro!, le contesté. Y no era una echada suya, en pocos días me dio fecha para que nuestros jefes se reunieran. Yo acompañé a Puebla.

El desayuno se sirvió en el despacho que tenía el doctor Ortega cerca del Monumento de la Revolución, calle Vallarta, según recuerdo. Y la plática se centró en el momento político que vivíamos. Don Lauro, que conocía muy bien Sonora, afirmó que si el PRI escogía a Salomón Faz “Sonora ardería”. Le gustaba hablar al doctor y hablaba sabroso, pero al cabo de unos minutos trató de cambiar el tema. “En fin, falta tiempo todavía, y cuando sea el momento, muchos de la lista se habrán quedado en el camino”. No lo dejé que cambiara el disco. ¿Y qué aconsejaría usted, le pregunté, a un aspirante que no quiera quedarse en el camino?

Se puso serio (y más serio se puso el ingeniero), y explicó la estrategia. “Primero, sumergirse sin desaparecer. Es decir, no andar promoviéndose en las columnas políticas pero tampoco desaparecer por completo de ellas. Segundo, mantener una buena relación con los amigos cercanos del Presidente: el ingeniero Jorge Díaz Serrano, el general Arturo Durazo, que es muy pendejo pero es amigo del Presidente; tercero, acercarse a cada uno de los que quieren ser, y decirles: quiero que me consideres entre tus partidarios, pues estoy convencido de que el PRI va a escogerte, y de una vez te pido un sitio junto a ti como colaborador”. Pero el precandidato que me escuchara, le objeté a don Lauro, me iba a revirar: “No, yo creo que el escogido serás tú”. Y don Lauro: “Pues con más énfasis deberás insistirle, como que te mueres por una chamba futura”.

Como se sabe, el PRI escogió de manera sorpresiva al doctor Samuel Ocaña. Pero creo que don Lauro Ortega sí hizo algo por Manuel. Luego de aquel encuentro, nos invitó a una propiedad semirrural que tenía en Morelos y nos mostró en el jardín una planta de jojoba que había llevado de Sonora. Como que pensaba en una inversión (el doctor era hombre de negocios) en caso de que un experto en jojoba, como era Manuel, resultara gobernador.

Volveré a escribir sobre el ingeniero Puebla Peralta, recientemente fallecido, porque los sonorenses tienen mala memoria. Siento que muchos no saben lo que trabajó por el Estado. Yo me adelanto a despedirlo con un ¡gracias, Manuel! en nombre de todos.

carlosomoncada@gmail.com

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