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El problema con el 32%

Jorge Zepeda Patterson
Jueves 09 de Diciembre de 2021
 

Este domingo Sabina Berman escribió una columna espléndida que ilustra las dificultades que tienen los seres humanos para ponerse en los zapatos del otro, particularmente cuando se trata de un calzado andrajoso (El 68% aprueba al presidente, jajaja. El Universal).

“A los quince minutos de iniciado el programa de televisión, los cinco analistas acuerdan que el gobierno actual no tiene logros reales. Ni uno. Cero. Nada. ¿Por qué entonces el 68% de los mexicanos aprueba su mandato?, pregunta uno con irritación. Quince minutos más tarde han disuelto el enigma: ese 68% lo aprueba por razones irreales. Es el ingenio verbal del Presidente lo que los tiene hechizados con su léxico… Complacidos, los analistas se reacomodan en sus sillas y entonces empiezan a enumerar todo lo errado por el gobierno… No ven, no podrían verlo,que son víctimas de lo mismo que enuncian. Están hechizados por el léxico que han ido coleccionando para descartar una por una las medidas de este gobierno, y es ese léxico lo que les impide ver lo real. Por ejemplo, quiénes son ese 68% que aprueba a este gobierno”.

Berman concluye que 50 de esos 68 puntos corresponden a la población que padece pobreza en nuestro país (el otro 18, sectores medios empáticos a la situación de los de abajo). Y si bien no todos, la mayoría estaría recibiendo algún tipo de apoyo en los cientos de miles de millones de pesos que derrama el gobierno de la 4T.

Me hizo recordar a la abuela, ya fallecida, que desde 2004 se declaraba lopezobradorista por un simple y contundente hecho: “nadie del gobierno me había dado dinero nunca; ahora recibo mi apoyo a mi vejez y me sirve para no andar dando penas ajenas”.

La mujer que intermitentemente ayuda en la limpieza de nuestra casa asegura que en la suya reciben dos apoyos de distinta índole. Algo parecido debe suceder entre los 11 millones de estudiantes pobres, los 8 millones de adultos mayores y el millón de discapacitados destinatarios de un depósito en metálico. “…Para un hogar pobre, ese dinero es la diferencia entre irse a dormir con hambre o no, entre salir a la calle a mendigar o no, entre poder comprar analgésicos o sufrir el dolor físico en silencio. Es la diferencia entre la desesperación o un poco de tranquilidad”, concluye Berman.

Se dirá, con razón, que esta derrama en subsidios no saca a nadie de la pobreza, bajo la premisa de que la verdadera ayuda no es aquella que regala pescado sino la que enseña a pescar. Pero díganle eso al que muere de inanición.

Los apoyos no estaban destinados a crear clase media, sino a aliviar la situación de grupos que se encuentran en situación desventajosa para convertirse en pescadores de la noche a la mañana. Subsidios directos e inmediatos para, en efecto, paliar “la desesperación y ofrecer un poco de tranquilidad”.

Es en ese sentido que al “otro” 32 por ciento le cuesta trabajo colocarse en los guaraches o los tenis pirata ajenos. A los comentaristas y columnistas para los cuales el apoyo popular a   AMLO es un misterio o es resultado de la manipulación, dos o tres mil pesos sirven para una cena romántica en pareja. Para una madre de familia de clase baja, ya no digamos de extrema pobreza, equivale al ingreso mensual o a no pasar hambre los últimos días del mes.

Lo otro, salir de la pobreza, el gobierno de la 4T lo está intentando a través de una batería de medidas, unas con éxito otras sin él: incremento sustancial del salario mínimo, inversión en obras masivas en regiones atrasadas, saneamiento de las finanzas públicas, reactivación del proceso de integración con Estados Unidos, reorientación del gasto público, reducción de la corrupción. Es obvio decir que la mayor parte del impacto que pudieron tener esas medidas, que estaban arrancando, ha sido barrido por la pandemia y sus profundas consecuencias.

¿Se han cometido errores de cálculo y de instrumentación en el gobierno de AMLO?, seguro. ¿Se sobrestimaron capacidades propias y subestimaron la magnitud de los retos?, sin duda. Aquí se ha señalado una y otra vez la inconveniencia de un lenguaje polarizador y la actitud rijosa del Presidente, que operan en contra de sus propios intereses. Dificulta construir puentes y consensos para liderar al país en su conjunto en la búsqueda de la solución a sus problemas.

Pero tampoco ha sido fácil establecer el diálogo con el otro 32 por ciento, cuando buena parte de sus personeros satanizan y descalifican sistemáticamente al gobierno e intentan deslegitimarlo, pese a estar apoyado por los otros dos tercios de la población. ¿Cómo se las ingenian para hacer una defensa de los principios democráticos cuando de entrada asumen que las mayorías están equivocadas?

Están convencidos de que el diagnóstico, las propuestas y las medidas impulsadas por AMLO son erróneas. Y desde luego están en su derecho. ¿Pero cómo van a convencer al 68 por ciento de que su idea de país está equivocada y que la suya, la del 32 por ciento, es la correcta?

Están convencidos de que son sus propuestas y no las de AMLO las que podrían sacar a México de la pobreza, pero no parecen darse cuenta de que hay un largo historial de abusos y desigualdades producidas por esas propuestas.

Es tal la prosperidad que experimentó el tercio superior durante esa fiesta, que le resulta cuesta arriba entender que las mayorías no guarden el mismo recuerdo. Por el contrario, más de la mitad no quiere volver a pasar por ella.

  Asumen que el apoyo popular es resultado de la manipulación de un hombre, como si 70 millones de mexicanos estuvieran pendientes de la mañanera y de los dichos presidenciales. No, no escuchan la mañanera, pero sí pasan sus días en una realidad en la que cada minuto confirma cuán jodida está la vida para los de abajo y cuán privilegiada para los de arriba.

No hay misterio ni sorpresa en que apoyen a un presidente que habla en su nombre, hace algo por aliviar su situación y lucha por un cambio. El 32 por ciento puede pasarse las horas hablando de democracia vs autoritarismo, o describiendo los defectos y pecados de Morena.

Nada o poco cambiará, salvo la confirmación de que está siendo atacado el primer presidente que ha intentado hacer algo por ellos. Pueden tener razón o no, pero mientras el tercio de arriba no entienda que los otros dos tercios están parados en otro sitio, no estará en condiciones de ofrecer algo a las grandes mayorías de este país.

Pero para hacerlo, tendrían que colocarse en los zapatos del otro. Algo difícil, el descosido y los hoyos los hacen inconcebibles para sus pies.

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