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A mediados de 1988 arribé a Nogales para redondear el reportaje que realizaba para “Unomásuno” sobre maquiladoras. Ya tenía el grueso del material pues había visitado las dos ciudades en que la maquila crecía e generaba divisas: Tijuana y Nuevo Laredo. En Nogales apenas daban los primeros pasos en esa industria, pero como sonorense, quise que sonara su nombre en un medio nacional. Hasta ese momento lo que se comentaba de nuestra primera población fronteriza era negativo: hacía algunos meses que no pasaba un día sin que amaneciera un asesinado en cualquier barrio de la ciudad.
Cuando yo llegué, sin embargo, la gran noticia era que el día anterior, por primera vez en mucho tiempo no se había registrado un homicidio. La cadena de muertes se había interrumpido. Y esto coincidió con la breve visita que hizo el presidente Miguel de la Madrid, que estaba recorriendo todas las poblaciones de la frontera para despedirse porque pronto le entregaría la Presidencia a Carlos Salinas. El crimen organizado tuvo “la gentileza” de no manchar con sangre la despedida del Presidente. ¡Eso eran buenos modales!
Lo primero que hice para dar orientación a mi reportaje fue ir a entrevistar al presidente municipal César Dabdoub para tener claro el estatus del parque industrial, con muchas carencias, y su relación con las plantas maquiladoras.
Para abrir la conversación comentamos de buen humor el gran detalle de la víspera: que no había habido homicidios. Y en eso estábamos cuando le pasaron al alcalde una llamada telefónica y no necesité dotes adivinatorias para saber de qué le hablaban, pues la sonrisa optimista se le fue transformando en un rictus sombrío de preocupación. Colgó y le pregunté:
-¿Ahora volvió a aparecer un asesinado?
-Dos –me contestó
El crimen organizado cobraba su “gentileza” hacia el Presidente: dos homicidios para ponerse al corriente con la cuota diaria. Indignante. Pero en relación a lo que sucede en Cajeme habrá que reconocer que los delincuentes poseían un rastro de buenos modales.
El Lector ya lo sabe. A pesar de que la señora esposa del presidente AMLO estaba allí, en Cajeme, hubo cinco asesinatos. Ni por asomo se les ocurrió a los criminales posponer 24 horas sus venganzas y odios. Los hechos de sangre que propician y multiplican son irracionales e imperdonables y más porque no hay en los
responsables el menor vestigio de modales, como el que enseñaron sus antecesores en Nogales.
(A menos que uno de esos sanguinarios sujetos se atreva a rebatirme diciendo:
“¿Cómo de que no? Desde hace tiempo teníamos programado echarnos a siete ese día, pero en consideración a la distinguida visitante le bajamos dos rayitas y sólo nos echamos a cinco. ¿No es para que nos reconozcan que jalamos?”)
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