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El nombramiento de Mireya Scarone como directora del Instituto de la Mujer me causó beneplácito no por su rica trayectoria sindical y de servicio sino por la impresión que me dejó hace ya un puñado de años, cuando era (¿o sigue siendo?) líder de las trabajadoras de Teléfonos de México.
Como sucede periódicamente, estalló entonces la polémica entre la legalización del aborto o la prohibición, y para escribir un reportaje no estoy seguro si para la revista “Así” o para “Opinión”, hablé con un buen número de mujeres. Mi lista estaba formada de personalidades heterogéneas: una escritora, que fue Margarita Oropeza, una sindicalista que fue Mireya, una estudiante universitaria y al menos seis o siete más.
De cuando en cuando tuve noticia de sus actividades, de su posición ideológica avanzada (hacia la izquierda, por supuesto), lo que me lleva a asentar en estos párrafos que el nombramiento hecho por el gobernador es acertado. Apuesto al éxito en el desempeño de su cargo.
DIGITALIZACIÓN DE TEXTOS
En plena Feria del Libro, anunció el gobernador Durazo que van a digitalizarse los libros fundamentales de la historia de Sonora para que desde ahora y mientras el futuro siga su marcha, estén al alcance, gratuitamente, de los sonorenses.
La lista es la que se encuentra en el catálogo que en 1985 publicó el gobernador Samuel Ocaña García, en las postrimerías de su mandato, y tengo el honor de enterarme de que dos de los libros de que soy autor, están en esa relación.
Pues con todo y honor, aceptaría que uno de esos dos libros fuera sustituido por una obra de Julio César Montané Martí, que aunque originario de Chile, vino a enseñarnos la historia de Sonora de épocas cuyo estudio habíamos descuidado (de los siglos XVII y XVIII). No sé si se pueda hacer este cambalache pero veré qué puertas toco y si algo se consigue, lo contaré a ustedes, fieles y chismosos lectores de esta columna.
RESPETO A LA LABOR LITERARIA
Como participantes de las actividades de la Feria del Libro, los escritores que difunden sus libros en El Estanquillo de las Letras, ubicado en la Plaza Zaragoza, se quejan de que los sábados y domingos se hace difícil que el público escuche las lecturas literarias por el elevado volumen que un payaso, que actúa en la misma plaza, da a sus aparatos de sonido.
Tanto los escritores como el hombre que arranca la risa del respetable pueden hacer su trabajo al mismo tiempo si se guardan las formas y el mutuo respeto. Ojalá que la autoridad municipal resuelva la situación mediante una recomendación idónea.
carlosomoncada@gmail.com
