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La intervención de Cuauhtémoc Cárdenas en la ceremonia donde se firmó el Plan de Justicia para el Pueblo Yaqui levantó polvareda por dos frases centrales: Su reconocimiento al presidente AMLO y su afirmación contundente sobre la necesidad de cancelar el acueducto Independencia para que pueda haber paz en la etnia.
La más comentada en el ámbito regional es ésta última. La cancelación del acueducto es el nudo gordiano de la relación política entre la clase empresarial agrícola del Valle del Yaqui y los funcionarios del Estado y la Federación. Nadien, para decirlo en tono padresista, puede desatar este nudo sin provocar una confrontación entre regiones más costosa y trascendente que las protestas de los agricultores del Valle del Yaqui.
Protestas que, por cierto, suben o bajan de tono según conviene. Cuando Padrés era gobernador le exigieron de manera terminante la cancelación de la obra y después el cierre de las tuberías. No le aceptaron ninguna negociación. Cuando el PRI retoma la gubernatura con Claudia Pavlovich los intransigentes detractores del acueducto creyeron todas las excusas de la mandataria y esgrimieron, ahora sí, el pretexto de atenerse al dictamen de la Suprema Corte de Justicia. (cabe reconocer que sólo unos cuantos, como Eduardo Flores Moreno, mantuvieron su rechazo a la postura del gobierno de Pavlovich y a la indiferencia de Peña Nieto). Y no dijeron ni pío cuando cuando Ricardo Bours, en el inicio de su campaña por la gubernatura, advirtió que el del acueducto ya no era tema. "El acueducto ya está y no podemos quitarlo", les dijo el candidato Bours y nadie replicó.
Hoy con AMLO en la presidencia y Alfonso Durazo gobernador, las protestas vuelven a subir de tono.
El tema se ha convertido así en un arma política que se guarda o se desenfunda según el contexto político inmediato.
Es el arma que sacó a relucir Cuauhtémoc Cárdenas ahora. Su reconocimiento a AMLO puso un condicionamiento: Que cierre el acueducto.
Pero quienes piensan que ese es el objetivo inmediato y último de Cuauhtémoc, tal vez están equivocados.
El reconocimiento a AMLO puede ser en realidad una estrategia para colocar a Lázaro Cárdenas Batel en la carrera presidencial. El tercero de la dinastía cardenista es actualmente el jefe de asesores del presidente AMLO, está con él en la toma de decisiones más importantes. Es pues un hombre nacido y crecido en las esferas del poder y sin duda está preparado para aspirar a la Presidencia de la República, tal vez más preparado y con más consenso popular que Sheinbaum y Ebrard.
Este es el doble juego de Cuauhtémoc Cárdenas. Con una mano sostiene un arma política -el cierre del acueducto- y con la otra le abre camino a su hijo en la carrera presidencial, pues en la definición de la candidatura morenista el "dedo" más pesado es el del Presidente de la República.
Así el enfriamiento de la relación personal Cárdenas - López Obrador pareciera descongelarse, para júbilo de las izquierdas, a menos que se excluya a Lázaro Cárdenas Batel de la mencionada carrera y entonces brillará el filo de las armas políticas de Cuauhtémoc.
