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Los dos asuntos principales que el Presidente trató en la mañanera de ayer fueron, a mi juicio, la desorbitada sed de dinero que atormenta a ministros y jueces del Poder Judicial (con excepciones, que reconoció AMLO) y las dificultades que ha encontrado para cumplir el programa de desconcentración de las Secretarías.
Como se sabe, el Presidente promovió una iniciativa de reforma constitucional para prohibir los sueldos de los funcionarios que excedan el del titular del Ejecutivo. De inmediato y sin el pudor mínimo, los consejeros del Instituto Nacional Electoral se fueron al amparo, y lo mismo hicieron jueces de alto nivel y ministros de la Suprema Corte de Justicia. Lucharon como la hiena para que no les arrebataran la presa. Y la Corte resolvió, en su propio beneficio, que la reforma aprobada era inconstitucional.
Impresiona que algunos de los ministros ganen mensualmente hasta 400 mil pesos al mes aparte de las prestaciones.
Además de la injusticia de pagar casi cinco millones de pesos anuales a un individuo en un país de pobres, la sed de dinero lejos de calmarse se acentúa, de ahí que se dé el caso de jueces que dictan sentencia favorable a peligrosos narcotraficantes, a cambio de cohechos fabulosos.
El Presidente anunció que se trabaja en una nueva iniciativa de reforma que cancelará la posibilidad de que se la detenga por la vía del amparo.
LAS SECRETARÍAS A LOS ESTADOS
Hace sólo unos días, el Presidente había manifestado que el cambio de las secretarías de Estado a diversas ciudades de las entidades federativas seguía adelante. Ayer le preguntaron concretamente cuál era el avance de dicho cambio y reconoció que no ha prosperado como se había previsto. Atribuyó el retraso, en parte, a la pandemia. Pero me parece que el proyecto ofrece dificultades implícitas en la operación de mover de domicilio a millones de hombres y mujeres.
El cambio de los trabajadores de base debe ser voluntario, dijo el Presidente, y el gobierno los ayudará, igual que a los que no tienen base, a ubicarse en casas o departamentos en su nuevo lugar de residencia. Pero eso es lo que concierne a los trabajadores. Los hijos de éstos y sus parientes configuran otros problemas.
Con efecto, los hijos en edad escolar deberán ser acomodados en nuevos planteles en un ambiente que desconocen y tendrán que dejar amigos. Los hijos mayores querrán quedarse en la ciudad en donde cuentan con trabajo y tal vez relaciones amorosas u obligaciones conyugales, y todo ello podría significarles gastos que se ahorran en la actualidad con la cercanía de los padres.
No habló el Presidente de detener el proyecto, aunque en la realidad habría que aceptar que su magnitud aconseja que se realice en lo que resta del sexenio y en parte del próximo. Es uno de los dos que está pendiente de las cien grandes promesas que amarró AMLO con el pueblo al tomar posesión en 2018.
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