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Pocas veces he gozado tanto un artículo como el de Beatriz Aldaco, “Suave matria”, con el que sólo dejó astillas de Julio Astillero (el de La Jornada). Deshizo con lógica elegante y rotunda las objeciones del citado Julio contra la consulta popular de mañana, especialmente cuando acusa a la Suprema Corte de Justicia de haber aprobado la Consulta para quedar bien con el Presidente. Fue una falta de seriedad acusar sin pruebas, sobre todo, le hace notar Aldaco, porque la Consulta ganó la votación en la Corte por la mínima diferencia: un voto.
Aquí, en Sonora, surge un tipo por aquí, otro por allá, de los que no han sabido asimilar la amargura de la derrota electoral, advirtiendo que no irán a votar. ¡No saben cuánto los vamos a extrañar!
Uno, peloncito él, dijo que no irá porque los ciudadanos pretendemos utilizar el resultado de la Consulta con fines políticos. ¡Curiosos estaríamos si metiéramos dicho resultado en una cápsula del tiempo para que la abran otras generaciones dentro de cien años!
Sépanse que estamos entregados a una actividad política, de la más limpita política, no para conseguir una chamba, sino para construir caminos que lleven a la verdad de los atropellos de que nos han hecho víctimas, a lo largo de decenios, los ex presidentes corruptos y sus cómplices, y para procurar que se les sancione.
A mí me toca votar en la escuela Abelardo L. Rodríguez, próxima a mi casa, Invito a los lectores a que lo hagan en las mesas que les corresponden y que se sientan orgullosos de ser protagonistas del primer acontecimiento de democracia participativa.
A LA NORMALIDAD, PASO A PASO
El Presidente de la República ratificó su criterio en el sentido de que a fines de agosto se reanudará la enseñanza presencial en las escuelas, con celoso respeto a los protocolos que fijen las autoridades sanitarias.
Que los maestros se presenten puntualmente a desempeñar su apostolado será un acto de valor. Y otro acto de valor será el de los padres de familia que lleven a sus hijos a los planteles. Será lógico que al principio la asistencia sea escasa, que los papás y las más duden y prefieran mantener a los hijos en casa.
Habrá que avanzar hacia la normalidad paso a paso, con las precauciones que prescriban los expertos y con la conciencia de que es necesario. Hay muchos países en el mundo cuya población infantil ha emprendido ya esta especie de renacimiento. De hecho, estamos en este aspecto casi a la cola.
Propongo que para darse ánimos, en cuanto se dé aviso de que en cada plantel la matrícula está abierta, den el primer paso: el de inscribir al alumno. Y si las aulas han estado abandonadas, ponerse a limpiarlas, a pintarlas, a lavar y trapear los pisos. Que sientan que se las ha extrañado. El amor a la escuela es poderoso y revivirá.
carlosomoncada@gmail.com
