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NAMAKASIA
Deben haber sido docenas de miles quienes, a la mitad de la pandemia, se quejaron en las Redes (y en los mostradores de cantinas): “¿por qué gastar en la compra de vacunas a otros países? El gobierno debería fabricar nuestra propia vacuna”.
Quiero suponer que la mayor parte protestaron por ignorancia, porque creen que elaborar una vacuna contra una enfermedad que apenas comenzaba a conocerse es como organizar un juego de canicas entre los chamacos del barrio. Pero debe haber habido muchos, además de ignorantes, malvados, que protestaron porque de eso viven: de desacreditar todo acto del gobierno de López Obrador
Yo me sentí singularmente orgulloso ayer al escuchar, en la mañanera del Presidente, que estamos a un paso de contar con nuestra propia vacuna, bautizada con tino con el nombre de PATRIA. CONACYT, en combinación con una empresa de laboratorios ya establecidos, ha superado el mayor número de fases del proyecto, a partir del diseño de la vacuna anti Covid 19 a la prueba clínica en roedores y monos, y está convocando a voluntarios de entre 18 y 55 años, sanos, para cubrir la prueba clínica en seres humanos. Se realizarían después las certificaciones a cargo de entidades científicas nacionales e internacionales, y antes de que feneciera este año, ¡habemus vacuna PATRIA!
China, la Gran Bretaña, los Estados Unidos, Alemania, Rusia y alguna otra nación, se adelantaron con sus vacunas porque ya contaban con los laboratorios y los hombres de ciencia entregados a investigaciones que pudieron adaptar con relativa rapidez al escenario creado por el Covid. Pronto México se unirá a ese grupo selecto, el de las naciones del mundo que fabrican las vacunas para su pueblo.
Abrigo un deseo de difícil realización. Que al menos uno de aquellos que protestaron porque México no tenía vacuna propia, alzara hoy la mano y dijera: “Fui uno de esos que se quejó por ignorancia. Lo reconozco. Y doy las gracias al gobierno de López Obrador”. Para que alguien hiciera esa confesión tendría que colocarse por encima de pobres prejuicios políticos y poseer el sincero propósito de aprender.
Al contrario, en mi columna de ayer me referí al imbécil que echa a rodar rumores absurdos para desprestigiar al lópezobradorismo, y ayer mismo hubo un imbécil que echó a rodar uno: que habría sido posible evitar 190 mil muertes por la pandemia. Pero, con excepciones inevitables, no halló imbéciles que le creyeran.
Y es el momento de reconocer la nueva orientación del CONACYT, luego de haber sido barrida la corrupción ahí acumulada; sin esa tarea previa de AMLO, que le valió desorbitada crítica, habría sido imposible festejar hoy el triunfo científico.
En este momento resuena en mis oídos el grito de campaña: “¡Es un honor estar con Obrador!”. Es un orgullo que al frente de México esté atento y firme al timón el presidente AMLO.
carlosomoncada@gmail.com
