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NAMAKASIA
Cuando termine este sexenio (el de AMLO) y posiblemente desde antes, habrá que buscar a quienes interpreten una de las muchas facetas de las conferencias “mañaneras”, la que pone a disposición temas literarios, filosóficos y chismográficos de autores que no se atreven todavía a explotarlos.
Esa tranquilidad con que el Presidente contesta cuando le piden su opinión sobre las posiciones insultantes de ciertos comunicadores desprovistos del chayote, que al estilo de Loret de Mola arman montajes sin pudor alguno, es desconcertante: “Están en su derecho de expresarse, aquí no habrá censura”, dice el Presidente, lo que no deja de implicar cierta maña en el fondo, pues al deschayoteado se le suman otros “valientes”, pero entre más aumenta el número de los que insultan, se esfuman los efectos del insulto.
Espero que también habrá los que realicen un recuento de las citas de grandes obras literarias, algunas de valor universal, que de pronto hace el Presidente, casi todas de memoria. ¿Qué más ha leído este mexicano singular, en qué momento de su larga carrera política, dónde, con qué efectos?
Y hay que estar atentos a las mañaneras, porque estas manifestaciones nunca vistas en otro Presidente, surgen sin previo aviso, y no deja uno de lamentar la pérdida de un detalle.
Si no me hago bolas fue el lunes, cuando hablaba de los grandes, gigantescos episodios de corrupción, cuando contó que una vez le llegó la famosa escritora Elena Poniatowska en compañía de otra dama y un caballero, y luego de los saludos de rigor, le solicitó unos minutos para tratarle cierto asunto. ¿Cómo no se lo iba a conceder, si en los tiempos de los mítines de protesta y de defensa del voto, en la mera Plaza de la Constitución, “Elenita” siempre estaba dispuesta a improvisar, con su vocecita lánguida, un discurso?
Y resultó que el caballero iba de parte de la esposa de un ex funcionario de Pemex para comunicarle que deseaba hacer un donativo para los pobres o, en realidad, para que el Presidente lo aplicara en cualquiera de sus programas sociales. Y el donativo no sólo era una cantidad grande de dinero, era una cantidad apabullante, el equivalente a tres veces el presupuesto de la Ciudad de México. A Peña Nieto o a Vicente Fox se les habrían saltado los ojos de sus órbitas y habrían besuqueado a los presuntos corruptores.
Pero aquello olía mal, mejor dicho, apestaba. En el colmo de la audacia, el “caballero” sacó un celular y dijo que la donante estaba dispuesta a hablar con el Presidente para responder a cualquier duda. AMLO respondió que no podía aceptar tal donativo sin la opinión del secretario de Hacienda y se ofreció a conseguirles una cita de inmediato. O sea que no recibiría el “desinteresado” regalo en lo oscurito, sino que lo haría público. Y hasta ahí llegaron los donantes. Se hicieron ojo de hormiga. Y se marcharon junto con la escritora que les había abierto las puertas con sus influencias.
Dijo el Presidente a los periodistas presentes en la mañanera, que “Elenita” le había hablado después para decirle que a ella la habían engañado. Y aquí entra mi malicia y escepticismo de mexicano. ¿Le habló realmente, o dijo tal cosa AMLO para poner a salvo el prestigio de “Elenita”. No deja de ser sospechoso que se haya apartado de quien había sido su ídolo (AMLO, pues) y en cierto momento se animó a criticarlo como los deschayoteados. ¿Participó en los preparativos del acto de corrupción? He aquí una de las historias que merecen ser investigadas. Y el investigador o investigadora podría ser la propia “Elenita” si en verdad está libre de sospechas. Digo yo.
Carlosomoncada@gmail.com
