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NAMAKASIA
En épocas electorales normales (o sea, sin pandemia), los periodistas gozábamos en la toma de posesión de los diputados suplentes que venían a suplir a los propietarios, en marcha ya al estreno de candidatura en otros campos. Se observaba a las flamantes diputadas, con especial atención si eran guapas, y algunos reporteros de mala entraña entrevistaban a los legisladores novatos para meterlos en aprietos con preguntas sobre el funcionamiento del Congreso. Me acuerdo de una reportera traviesa que iba preguntando a uno por uno de cuántos artículos consta la Constitución Política de Sonora, y se reía en sus caras porque ninguno atinaba.
Ahora nos conformamos con ver a los nuevos diputados en fotografía, porque los argüendes colectivos están prohibidos, pero no dejan de dar motivo a comentarios. A mí me llamaron la atención de inmediato dos suplentes que se han convertido en diputados propietarios, uno con experiencia previa y otro sin ella.
El primero es Daniel Liera Castro, que fue diputado de la XLIX Legislatura por el Distrito de Arizpe, que entonces comprendía Cananea. Sus tres años de ejercicio legislativo correspondieron a los tres primeros del gobernador Samuel Ocaña. Échenle cuentas al tiempo que ha transcurrido. Daniel ha sido un fiel soldado del PRI, político analítico proclive al diálogo y la tolerancia. No deja de ser curioso que vuelva por segunda vez al Congreso por la vía de la suplencia.
El otro diputado, éste sin experiencia previa, es el licenciado en Derecho y en Historia José Rómulo Félix, autor de varios textos, primer director general del Instituto Sonorense de Cultura y cronista municipal de Hermosillo. Ojalá que le vaya bien al diputado que vino a sustituir para que no vuelva al cargo y lo deje actuar los cinco meses que le faltan al trienio. Del cacumen del diputado Félix podría surgir una buena iniciativa (o más, no hay que limitarlo), con la impronta de sensatez y amor a Sonora que le es característica.
El lado ridículo de la Libertad de Expresión
Quién hubiera pensado que los comentaristas de política locales, los que hasta hace dos años, dos años y medio, se lanzaban a criticar con valor a un regidor del Ayuntamiento –de oposición, claro--, tal vez a un diputado –aunque preferían atacar a “los diputados” sin especificar nombres--, quién hubiera imaginado hace dos años o dos años y medio, que estarían hoy atacando con desparpajo y grosería nada menos que al Presidente de la República.
Esperaron, primero, que criticaran los comentaristas nacionales, “los grandes”, los Pepe Cárdenas, los López Dóriga, los Loret de Mola y demás fauna, y se animaron a copiarlos.
Los periódicos que publicaban tres o cuatro artículos y columnas, los triplicaron para que llenaran tres páginas.., que pocos leen. A ninguno le pagan, los autores se conforman con que se sepa que son articulistas “independientes”. Raro es el periodista de radio que percibe honorarios. A algunos les pagan con tiempo para que vendan un anuncio y reciban un puñado de pesos. Los que toman parte en “mesas de análisis” en televisión lo hacen por salir en la pantalla y disfrutar atacando al Presidente. Disparan con rifles de juguete, y salen a la calle con el pensamiento de que todos los observan con admiración. Son felices. Sienten que con el poder de su palabra podrán hacer renunciar al Presidente.
La libertad de expresión llega a 2021 con una nueva función: hacer el ridículo.
carlosomoncada@gmail.com
