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NAMAKASIA
PARA QUE TENGAN elementos que les permitan responder con acierto a la pregunta que me sirve de título, les cuento mis experiencias al respecto.
Se acercaba la Navidad de 2008 y se me ocurrió ofrecer a cuatro presidentes municipales, mediante una breve carta, que me compraran mis libros de cuatro títulos diferentes, y que se los entregaría envueltos para regalo a fin de que, a su vez, los regalaran ellos. Ninguno me dijo que no y ninguno me dijo que sí. Estos cuatro “caballeros”, Ernesto Gándara, de Hermosillo, un señor Cuadras, de Agua Prieta y dos más, no tuvieron la atención de contestarme.
Unos dos meses después los balconeé a los cuatro contando en mi columna lo que digo en el párrafo anterior, pero dejé asentado con total claridad que si uno de ellos se acercaba a comprarme libros, me negaría a vendérselos a fin de que nadie dijera que los chantajeaba. Gándara me habló por teléfono, aseguró que no se había enterado y quiso saber con quién había mandado la carta. “Con nadie, le dije, la llevé personalmente a tu oficina”.
Otro mal educado es el ex presidente municipal de Guaymas, Antonio Astiazarán. Fui a reportear su toma de posesión, no tanto por él sino porque asistiría el gobernador Bours y se esperaba que daría noticia anunciando algo bueno para el puerto. Al terminar el acto, mientras se hacían bola para felicitar al nuevo alcalde, yo me fui a las oficinas de la Presidencia y le dejé como obsequio un libro dedicado con mi deseo de que tuviera éxito, y diez más con el ruego, escrito en un recado, de que me hiciera el favor de mandarlos a bibliotecas públicas o escuelas del municipio.
Tampoco se molestó en escribir “gracias” en un papel o de hacerme una llamada, y los libros destinados a bibliotecas ignoro a la fecha si llegaron a su destino o se los clavó el presidente (no creo, porque nunca se le ha visto interés en los libros) o algún regidor de malas mañas.
Recuerdo con gratitud al doctor Ángel Amante cuando era presidente municipal de Hermosillo y yo, que vivía en México, comenzaba a publicar; me compró cincuenta ejemplares. Algo parecido hizo el alcalde de Navojoa Samuel Ocaña García, no recuerdo el número de ejemplares pero conservo la carta en la que me felicita.
Y no es por hacerle propaganda a David Figueroa Ortega, pero dos veces fui a Agua Prieta a presentar sendos libros cuando él era presidente municipal, y tuvo la gentileza que más aprecio: asistió al evento. Además, su presencia me aseguró una nutrida concurrencia.
A Navojoa fui a dar una conferencia sobre historia del periodismo sonorense y llevé ejemplares de fines del Siglo XIX y principios del XX. Cuando entraba al palacio municipal, donde ya estaban colocados los periódicos, salía el presidente Carlos Quiroz, “el pilingue”, me miró y me preguntó: “Tú eres Carlos Moncada”, pues sí, yo soy, “ah, bienvenido”. Y se largó. Supuse que es alérgico a la cultura.
Peor me fue, y ahí mismo, en Navojoa, cuando Eduardo Estrella y yo, coautores de “Historia del ITSON”, presentamos el libro en el Museo. Tampoco asistió el alcalde, cuyo nombre no quiero poner aquí porque se la guardo para otra ocasión; mandó al secretario en su lugar. Este se acercó, al terminar el acto, a la mesa donde vendían los ejemplares, tomó uno y no quiso pagarlo. “Moncada es mi amigo, dijo, luego me arreglo con él”. Yo ni siquiera lo conocía.
Aquí dejo estos datos para que los escritores, los cultureros en general, no se hagan ilusiones con ciertos candidatos.
carlosomoncada@gm
