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NAMAKASIA
Para cualquier candidato del PRI a un cargo de elección popular que quiera asegurar su triunfo, le recomiendo que haga un discurso como el que va a continuación:
“Señores y señoras, apreciables vecinos de (el nombre del distrito si aspira a una diputación, o del municipio si sueña en ser alcalde):
“Les suplico que me escuchen con atención y les prometo que no hablaré más de cinco o seis minutos
“Desde luego, en caso de que me honren con el voto mayoritario, cumpliré al pie de la letra todas las tareas a que me obliga legalmente el cargo. Pero no es un programa de trabajo lo que principalmente quiero exponer aquí. Antes que nada, deseo pedir perdón al pueblo, en nombre de todos los que han formado parte del PRI, como yo, por los abusos de poder, las malversaciones de fondos, los fraudes electorales y el enriquecimiento ilícito de presidentes de la República y funcionarios federales de alto nivel a quienes apoyamos porque creímos en ellos.
“No reniego de mi militancia en el PRI. Creí en sus postulados y fui engañado. Mi culpa consiste en haber caído en el engaño. Pero quiero pagarla y por eso busco la oportunidad de ocupar la presidencia municipal (o la diputación en el Congreso Federal o del Estado) a fin de remediar el daño en la medida de lo posible.
“No quiero dejar a mis hijos una herencia vergonzosa. Con actos de honradez y austeridad ayudaré a que mi partido recobre el prestigio que tuvo en la época del Presidente Cárdenas y de don Adolfo Ruiz Cortines”.
¿Qué tal? Como ciudadano, si me saliera un candidato priista que hablara así, y que en sus declaraciones a la prensa sostuviera esa actitud, ¡encantado de votar por él!
¡HACES FALTA, FAUSTO SOTO SILVA!
¡Cómo hace falta Fausto ahora que las campañas electorales se han vuelto pesadas y confusas por el gran número de aspirantes con partido o independientes y también los que sueñan en la reelección! En aquel tiempo, sólo había que estar prendido de la DM para escuchar las entrevistas en vivo, a veces por teléfono, para conocer lo que cada político se traía entre manos. Además, Fausto estaba facultado para prolongar su noticiario el tiempo que fuera necesario, a veces hasta las 11 de la mañana.
¿Lo habría limitado hoy la pandemia? Desde luego, no habría sido sano para él estar encerrado en su muy estrecha cabina con el entrevistado. Pero junto a ella había otra separada sólo por cristales, y podría haber mantenido aislado al visitante. En cuanto se marchara, la cabina podría sanitizarse en un rato, lista para el siguiente.
Si en la prensa de papel aparecía un comentario respecto del entrevistado, Fausto lo leía, de modo que también se podía abstener uno de comprar los periódicos. Ahora también se abstiene pero porque no traen mucho digno de leerse (¡Saludos hasta allá, Fausto, donde no necesitas micrófono!)
carlosomoncada@gmail.com
