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Domingo 28 de Abr de 2024
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El crimen no de tregua en Cajeme

Alejandro Mungarro Daniels
Domingo 28 de Febrero de 2021
 

En la narración  del crimen número 32 del mes de febrero de este  2021, un perro, ladrando  seguía cada paso  que uno de los policías daba en torno  al cuerpo de un hombre que momentos antes   acababa de ser acribillado. El policía volteaba y le gritaba al animal  con el ánimo de asustarlo,  pero este se empeñaba en ladrarle  y seguirlo hacia donde se movía, uno de los reporteros  que daba cuenta de aquel crimen comenta: Ojala  que el policía entendiera el idioma de los perros, a lo mejor el animal  le está diciendo quien fue el que cometió este  crimen.

En otro  acto de este tipo,  creo fue el crimen  39 del  mes, otro reportero cumpliendo el encargo de dar a conocer este suceso, da  fe que en medio  de esa tragedia , un  policía juega monótonamente y en forma despreocupada con  una pelota,  a escaso metros del cuerpo que  ya sin vida  yacía en medio de la calle. 

En el crimen 42 del mes,  cuando otro reportero también daba cuenta de este fatal suceso. Menciona  que el número de crímenes en lo que va del año 2021 y faltando diez días de  terminar el segundo mes,  rebasan  ya el centenar y supera el millar en la presente administración. Sabedor este reportero de las lides reporteriles y de las cuestiones y lenguaje  policiacas, cuenta que las  balas calibre 9 milímetros, 40 milímetros, 45 milímetros, 7.62 milímetros, y  2.23 milímetros están regadas por lo largo y lo ancho de la ciudad y entre triste, amargado y con todo el coraje que le puede salir  en cada una de sus palabras, manifiesta su rabia y su impotencia y remata diciendo: No, no hay poder humano que  pare esta  estela de crímenes, esta baño de sangre. 

La pregunta es,  ¿serán ciertas las  palabras fatalistas  de este reportero?.

Ojala y no,  ojala que sí haya  un poder, que este salga de  alguna parte, que se manifieste de algún modo y de alguna manera y  sea  capaz de erradicar  esta horrenda ola de crímenes  y que en los años posteriores los cronistas de la ciudad  den cuenta de esto como de una pesadilla. 

Mientras tanto tal como se ve en nuestra sociedad, en todos  sus estratos sociales, en  todos sus niveles políticos y económicos  se  ha ido perdiendo la capacidad de asombro, los varios  miles de muertos  productos de las balas de cualquier  calibre  regados en las calles de la ciudad ya no sorprende a nadie, hasta los niños en compañía de sus  padres  asisten en forma morbosa a  observar  al hombre, mujer, niño  o anciano  que le acaban de arrebatar  la  vida. Mientras esto pasa, los miembros de las corporaciones policiacas  llevan a cabo  su rito acostumbrado de  trazar un  cerco perimetral  en el lugar de los hechos, colocando  cintas amarillas para delimitarlo. Los llantos de  los dolientes, mujeres  y hombres  quedan ahí por unos momentos, en ocasiones  por unos días.

De cada uno de estos sucesos la policía da cuando y dice: se  llevará a cabo  el levantamiento de  una carpeta de investigación.  De estas carpetas ya llevan decenas, centenas.  Lo más seguro es que estas se encuentren en el cuartito de los olivos.

Mientras tanto las estadísticas de muertes violentas suben día a día, de uno en uno, de dos  de tres en  tres. A veces de cuatro en cuatro.

También la autoridad  en todos los casos dice que los criminales se fueron,  casi todos ellos agarraron por el mismo rumbo. Un rumbo desconocido.

Yo como Blas de Otero,  escribo y digo: en defensa de la ciudad, del hombre, de la mujer, del niño. Pido La paz.


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