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La Resistencia, a la luz de la pandemia

Javier Martínez Rosas
Lunes 29 de Junio de 2020
 

Un pequeño libro que puede perderse fácilmente en el estante y que bien vale recordar en su vigésimo aniversario es La Resistencia, de Ernesto Sabato (2000). Con la pandemia y el confinamiento puede ser de buen provecho una lectura que nos ayude a reflexionar acerca de nuestros estilos de vida y tal vez ver en qué rectificar. Ésta puede ser uno de ellas.  

El libro se compone de cinco cartas que, como aquellas que se escriben y arrojan en botellas al mar, se dirigen a quienes las encuentren. En ellas el autor expresa su preocupación por el seguimiento de tendencias globales que a su ver nos deshumanizan e insta a rescatar una concepción de mundo libre de la idolatría por la técnica y de la explotación imparable de la tierra y del propio hombre. 

En cada una de ellas hay mucho de intimidad. Sabato habla desde su vejez, con la sabiduría de una vida reflexiva llena de experiencias ricas y diversas pero con la energía y entrega de quien no se ha resignado. Un hombre con doctorado en ciencias físicas, investigador sobre partículas radioactivas del prestigioso laboratorio Marie Curie de París que descubrió, a través del arte, una realidad más profunda, y que terminaría abandonando la física para abrazar de lleno la literatura y la pintura.   

La primera carta titulada “Lo pequeño y lo grande”, expone cómo nos estamos desensibilizando y alejando de lo que llama “el corazón de las cosas”. De cómo olvidamos de crear un clima de belleza, simpleza y cercanía a nuestro alrededor por andar en el vértigo autómata de la rutina, tan así que a veces ni siquiera caemos en cuenta de las consecuencias de nuestros actos.

Resulta una carta luminosa ahora que vivimos una situación que nos mantiene alejados de seres queridos, que nos desnuda como sociedades, que como resultado de una dieta poco ética se corre grave peligro, en la que al limpiarse el aire en las ciudades entendimos la gravedad de su contaminación que mata a siete millones de personas cada año (una peste ignorada, entre otras) y que descubrimos que todo está más vinculado de lo que creíamos. 

La segunda carta “Los antiguos valores”, es un lamento sobre cómo nuestras ciudades crecen despreciando la belleza, los valores comunitarios, desacralizando la vida y relativizándolo todo, e insta a retomar valores que percibe cada vez más escasos en nuestras sociedades como el desinterés, la dignidad, las alegrías simples, serenidad de modales y la entereza moral, reflejo de una honda confianza la cual llega a remitir a una verdadera religiosidad que nos hermana. 

“Si todo es relativo, ¿encuentra el hombre valor para el sacrificio? ¿y sin sacrificio acaso se puede vivir? Los hijos son un sacrificio para los padres, el cuidado de los mayores o de los enfermos también lo es. Como la renuncia a lo individual por el bien común, como el amor”.

La pandemia nos ha mostrado cómo consideramos a los viejos. En algunos lugares ellos no tuvieron los mismos derechos de acceso a salud. Desafortunadamente no pocos los ven como una carga y un freno al desarrollo económico por lo que ahora además de ser los más vulnerables ante el virus, sufren mayor riesgo de pobreza, discriminación y aislamiento.

Pero también nos vienen las imágenes de médicos saliendo exhaustos de las salas de terapia intensiva y nos estremecen pues reconocemos que “lo humano del hombre es desvivirse por el otro” (Levinas).

“Entre el bien y el mal”, la tercera, es sobre nuestra capacidad ilimitada de bien y de mal, haciendo destacar lo grandiosa y conmovedora que puede ser la bondad en medio de tanta maldad. Para Sabato un punto clave para evitar el mal es darnos cuenta de cuánto nos necesitamos. 

“¡Cuánto más podría el hombre llegar al encuentro con el otro hombre si nos acercáramos los unos a los otros como necesitados que somos, en lugar de figurarnos fuertes! Si dejáramos de mostrarnos autosuficientes y nos atreviéramos a reconocer la gran necesidad del otro que tenemos para seguir viviendo, como muertos de sed que somos en verdad, ¡cuánto mal podría ser evitado!”

La pandemia nos ha dado una lección de humildad en varios aspectos de nuestras vidas. No tenemos nada seguro y nos damos cuenta de que nos necesitamos y también de cuánta falta nos hace un mayor acercamiento con las personas más allá de nuestro círculo familiar y de amigos. 

La cuarta es “Los valores de la comunidad”. Trata sobre la crisis de una visión del mundo basada en un individualismo competitivo que nos separa de los demás y de la importancia de tener un sentido más comunitario.

El sálvese quien pueda no solo es inmoral, sino que tampoco alcanza (…) Si tuviéramos un sentido más comunitario, muy otra sería nuestra historia, y también el sentido de la vida del que gozaríamos (…) Cuando critico la competencia no lo hago sólo por un principio ético sino también por el gozo inmenso que entraña compartir destino…”

“La Resistencia”, la quinta y última carta, es para que usted la descorche y descubra íntegra en su lectura. 

 

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