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Las feministas y el machismo latino

Andrés González Prieto
Miércoles 11 de Marzo de 2020
 

Que nadie ose pensar que estoy en contra de los derechos de las mujeres. Me confieso, promotor de la igualdad de los géneros. Practico en mi hogar el desarrollo de las capacidades intelectuales, físicas y morales de mi pequeña célula social; lavo los trastes, voy al mandado, paseo al perro y solo intervengo cuando cualquiera de mi interna comunidad no puede realizar una tarea física agotado todo intento o cuando alguien tiene que replantear los derechos y obligaciones en el universo familiar o sea aplicar el derecho a “Veto” y el voto de calidad como responsable directo.

Cada uno de mis socios tiene las mismas obligaciones, en relación a su capacidad física sin distinción de sexos. Esta práctica interna de nuestro ego social, tiene la obligación de ser practicada en el entorno inmediato; respetar a las mujeres no por ser mujeres, a los ancianos, no por ser ancianos sino por ser parte de esta comunidad que históricamente nos tocó vivir.

Donde todo el mundo merece nuestras atenciones, donde el fuerte debe ayudar al débil o practicar una filosofía moral de respeto. Quimera o no hay que intentarlo. Ceder el asiento, ayudar al que necesita es una consigna moral que está basada en el respeto al prójimo: practicada, promovida en y desde nuestro entorno familiar.

Sin lugar a dudas estamos creados en un sistema patriarcal con derechos machistas, donde el hombre está obligado a ser el líder de la casa, casarse para mantener a la mujer (hasta que la muerte los separe), misma que  está obligada a tener hijos, uno o dos actualmente, antes, hasta 16; crearlos, educarlos en el sistema patriarcal como dios manda, así lo marcan las creencias religiosas y las reglas y  costumbres sociales, tradiciones, usos y costumbres comunitarias,iglesias, además; realizar las labores del hogar, lavar, planchar, cocinar y como la Bartola, hacer rendir el salario mínimo de su protector, Pepe “el toro”. Muchas mujeres presumen con orgullo “Detrás de un gran hombre, siempre hay una mujer” o “No soy feliz, pero tengo marido”

No voy a hacer un tratado sobre el machismo, pero los que estamos en la tercera edad lo vivimos de manera ejemplar, tener medios hermanos era casi tradición. Escuchar a nuestras mamás que nuestro padre tenía otras mujeres, pero que no importaba, porque “ellas” eran capillas y ella “La catedral” recibiéndolo como si nada hubiera pasado, y a lo mejor, como estrategia de género embarazarse de nuevo. La consigna moral, social, religiosa era “Aguantar” total el “Hombre era el Hombre”

Sin duda, muchas cosas han cambiado para bien y para mal. 

En lo primero, las mujeres se han desligado (aún, no del todo) de su papel de objeto sexual y esclavitud aceptada. Su aportación económica en lo familiar y su interrelación social (cuando trabaja) le han permitido tener acceso a información en la igualdad de derechos y  la necesidad de reclamarlos, aun en la posibilidad de reacciones encaminadas al divorcio. El acceso a medios de información, datos y resultados sobre casos análogos, proporciona madurez a su argumentación en pro de una igualdad incomprendida.

En lo segundo: Las mujeres, aun en el matrimonio (trabajando) se aíslan de la posibilidad formativa tradicional que impacta el desarrollo de nuestros principios morales o sea la capacidad de sembrar, inducir, influir, administrar y vigilar, el cambio de mentalidad sobre el ente social a su cargo (Hijos) sobre el tema, y si está bajo divorcio menos, ya que éstos, los hijos, estarán a cargo de los abuelos, tios, o smartfones, tablets o televisores.

El sistema patriarcal que reina aun en nuestra sociedad, ha implantado desde tiempos remotos en nuestro ADN genético, el machismo como un sentido de “Pertenecía” en el núcleo familiar, la mujer es de su propiedad (¿por algo es su costilla, ¿no?) ese principio se afirma en los usos y costumbres tradicionales: las iglesias no tienen obispas, sacerdotisas, algunas ramas masónicas no aceptan a la mujer, hay algunos puestos vedados en lo político, social, económico para este sector social tan importante.

La mujer tradicionalmente es pertenecía del hombre y más bajo contrato (aunque yo no estoy de acuerdo) y esa pertenencia está muy relacionada en el campo psicológico de lo sexual. La melódica frase de “Te quedo muy grande la yegua” cantada o verbalmente dicha por una mujer a un hombre no refiere a que él era muy poca cosa para ella en lo económico o en lo social, sino que hace referencia directamente al tamaño de su miembro viril. Eso expresado públicamente o íntimamente es una afrenta que el macho no está dispuesto a aceptar y que justifica en su enajenamiento cualquier acto para lavar la afrenta.

 Cuando un hombre se separa de su pareja o la mujer se libera del yugo, este siente que la pertenecía no fenece, el saber que ella puede tener otro hombre, es como si le cantara la canción de la yegua.

 Este sentimiento o reacción psicológica nos viene de nuestro instinto animal. El canino macho que copula con la hembra aun después de eyacular se mantiene pegado un buen rato, aun en posición incómoda (salvo agua caliente en contra) hasta que el humor de la hembra desaparece, evita así, que la canina golosa, pudiera invitar o aceptar a otro canino.  

 Es el caso de muchos feminicidios donde el hombre mata o manda matar a su ex pareja para impedir sea feliz (eso incluye lo sexual) con otro canino, perdón, otro hombre. “Mía o de nadie más” 

Lo siguiente es la pregunta ¿Podrá una ley, un decreto, una condena, una promesa, un día sin trabajar, vandalizar negocios o edificios inocentes, cambiar de tajo esta actitud de pertenencia machista como lo piden algunas mujeres, con todo el derecho y razón? La solución está al principio. Es cuánto.

 

 

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