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Vivir es ganancia. Feliz año 2020

Raúl Héctor Campa García
Lunes 06 de Enero de 2020
 

Cómo cada inicio de año, todas las personas nos llenamos de propósitos, que se agendan previo al año venidero, cada quien, según sus circunstancias y motivos, que pueden ser personales, familiares o de grupos. Haciendo hasta lo posible, para que sean viables; sin hacer “castillos en el aire o con arena playeras”. Propósitos, que en su mayoría son de buenas intenciones, para mejorar como personas, en las interrelaciones de nuestro entorno, sea con los seres queridos, amigos, ambiente laboral y en lo privado.

Lo primero es estar bien con la familia, amistades y una armónica convivencia en la sociedad donde nos desarrollamos. En lo personal, siempre hago votos, para no desear o proponerme lograr lo imposible (para mi). Lucho siempre para comulgar con el precepto franciscano (Francisco de Asís): “Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco”. Un dicho muy antiguo de la Vox populi, dice: “… A este mundo vine desnudo, lo que traigo puesto, ya es ganancias”.

En el balance de nuestras vidas, transpolando ésta – la vida- en términos contables; entre las pérdidas y ganancias, creo que la mayoría de los seres humanos, tan solo con el sólo hecho de existir, este cierre del balance (que algunos hacemos al inicio de cada año), resulta positivo…ya es ganancia.

El hecho de que nuestros padres, nos hayan concebido, nos hayan dejado nacer y cuidar responsable y amorosamente nuestro crecimiento y desarrollo; otorgarnos el sustento y protección necesaria de los primeros años (etapa en que los seres humanos somos más vulnerables a los riesgos: la infancia) previo a la llegada a nuestra juventud. Se nos dan la posibilidad de estudios u oportunidad de buscar los medios necesarios para proseguir la existencia. Quizás, a pesar de algunas vicisitudes normales, por lo que pasan la vida familiar: el balance sigue positivo. 

Ser descendientes de padres de clase social media – baja (media jodida o jodida y media), pero con un férreo núcleo familiar, donde aquellos (aún después del fin de su existencia), con su ejemplo trataron de mantener la unión filial, hasta que cada hija o hijo (por los que prefieren los términos polarizadores de “géneros”), volaran – algunos- por sus propios medios y repetir el ciclo natural de la existencia, de acuerdo a cada época. El balance sigue siendo positivo.

Llegar a la edad adulta, con el privilegio de haber realizado estudios universitarios (a pesar de las carencias económicas y riesgos propios de la época de juventud), de competir para acceder a la Universidad ante varios cientos de jóvenes para ocupar un lugar en una Institución educativa y después acceder a un empleo, realizar una especialidad y desarrollarse en la práctica profesional, sorteando, no de manera fácil todo esto: el balance sigue siendo positivo.

Llegar al matrimonio, con la persona que amas, formar una familia con responsabilidad (aprendida de nuestros progenitores), amar a nuestros hijos y otorgarles, quizás un poco más de lo que nos dieron nuestros padres y tener la satisfacción de formarlos como personas de bien, que, como ciudadanos, profesionistas honestos y trabajadores, contribuyan, aportando su “granito de arena” al buen desarrollo de la Patria. Esto, indudablemente, hace el balance de una vida, positivo.

Constatar, hasta este día de nuestra existencia, que nuestros hijos, también han formado una familia, llámese natural, tradicional y nuclear; y que a su descendencia (nuestros nietos) los están educando con los valores universales fundamentales, basados en el respeto de la dignidad de la persona humana; para su formación de futuros ciudadanos responsables. Al margen agrego, aunque suene a mal comentario: están contribuyendo, a evitar la extinción de la persona humana.

La dicha y alegría de ver a nuestros nietos actuales y quizás futuros; estoy de acuerdo, en parte (porque también se aman a los hijos), y afirmó como el escritor-periodista: Armando Fuentes Aguirre “Catón”, que: “Si hubiera sabido cuanto se quieren a los nietos, primero hubiera tenido nietos…y después hijos”. Por lo anterior, entre otras cosas más, el balance de la existencia sigue siendo positivo.

En el inició de este año 2020 y los que lleguen acumularse –por si acaso- le damos gracias a Dios, por la vida, por todo lo que nos ha dado. Entre dichas y desgracias, entre aciertos y desaciertos me llega a la memoria el poema Desiderata, de Max Ehrmann (1872-1945), para recordarme que así trascurre la vida. Y también, que todos somos, o: “soy el arquitecto de mi propio destino”. Frase que se le atribuye (¿?) al Arq. Norteamericano, Frank Lloyd Wright (1867 – 1959). Misma que aparece en el Poema de Amado Nervo (1870-1919): EN PAZ.

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, / porque nunca me diste ni esperanza fallida, / ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;/ porque veo al final de mi rudo camino/ que yo fui el arquitecto de mi propio destino;/ que, si extraje las mieles o la hiel de las cosas, / fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:/ cuando planté rosales, coseché siempre rosas. / ...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:/ ¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno! / Hallé sin duda largas las noches de mis penas; / mas no me prometiste tan sólo noches buenas;/ y en cambio tuve algunas santamente serenas.../ Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

FELIZ AÑO 2020 Y LOS POR VENIR… si llegamos.

Feliz día a mis amigos periodistas (5 de enero) y hoy 6 de enero al personal de enfermería, donde quiera que se encuentren trabajando.

raulhcampag@hotmail.com 

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