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Algunas voces hablan de que Cajeme es un infierno, esto quizá para muchos sea un lenguaje, peyorativo, despectivo, sin embargo la realidad es algo que difícilmente se puede ocultar.
El crimen y la delincuencia en todos sus rubros permean en Cajeme.
Descontando que todos los delitos, de acuerdo a las cifras oficiales indican que van a la baja, sin que en la realidad esto se sienta.
La delincuencia en todas sus fases se ha recrudecido. El temor, el miedo, la angustia, se refleja en los ciudadanos de apie.
Existe y se ha dado durante varios años, en el municipio, una delincuencia ininterrumpida, que ha crecido en forma exponencial al paso de los años, de los trienios, acentuado esto en las últimas cuatro administraciones municipales.
Pese a los gritos desesperados, que se hicieron en algunas administraciones anteriores, al gobierno federal y a las autoridades estatales para que ayudaran a detener la ola de violencia, de la participación tanto del gobierno federal como el estatal, en el municipio, su participación parece ser nula
Así púes, la delincuencia no se interrumpe, por lo contario agarra vuelo, se recrudece, como lo demuestran las cifras, estadísticas y el propio sentir y sufrir de la ciudadanía
En el año 2012, los asesinatos cometidos fueron del orden de 105, entre ellos, al finalizar la administración Manuel Barro Borgaro, se cuenta el de Eduardo Castro Luque, que de no haberse esclarecido tal vez se estuviera contando como un crimen político. Cuanta también, en los inicios de este periodo administrativo, el asesinato del líder campesino Margarito Montes Parra, junto con otras 14 personas más.
2013, lo supera alcanzando los 160 crímenes.
Para el 2016, la cifra de crímenes dolosos fue de 153. Esto ya asustaba hasta al más bragado. Sin imaginar lo que estaría por acontecer en los próximos años.
Sin embargo, el paso de la delincuencia en el municipio se manifiesta en las estadistas y esto fue que para 2017 se incrementan los crímenes dolosos en un 40.5%, esto es, se alcanzaría una cifra de 215 muertos por armas de fuego.
La sociedad cajemense va de asombro en asombro, al cometerse un crimen doloso en promedio cada treinta y seis horas.
Para el año siguiente, 2018, la ola de crímenes parece no tener fin, por el contrario, se acrecienta. Pese a las manifestaciones de buenas intenciones de los diferentes niveles de gobierno, el número de crímenes que se registran son de 286. Que como estadísticas arroja 23 crímenes mensuales.
También de acuerdo a las estadísticas al cierre de mayo del 2019, los crímenes cometidos alcanzan los 152 y para los primeros quince días del mes de junio la suma es de casi los 190.
La promesas y buenas intenciones de los nuevos gobiernos en su mayor parte cobijados por la 4T, vuelve a emocionar a la ciudadanía, pero este entusiasmo se convierte en desaliento, rabia, frustración, cuando la realidad se ve reflejada en el rebasamiento de la delincuencia a los tres niveles del gobierno, cuando estas promesas son arrastradas por el viento y las estadísticas, frías como son, arrojan en promedio la friolera de de más de treinta asesinatos por mes.
La delincuencia avanza, avanza por encima de los tres niveles de gobierno, ha minimizado al gobierno municipal, estatal y federal. Esto no es un invento, lo dicen los más de 800 crímenes dolosos cometidos en los últimos 40 meses y los cerca de 190 en lo que que va del 2019.
Ya en el 2011, Cajeme era considerado entre los 72 municipios de Sonora, como el de más personas ejecutadas en el año y a ciudad Obregón se le enmarcó también, como una de las ciudades más violentas del mundo.
Cuentan que están en la espera de que la Guardia Nacional, llegue a espantar la muerte.
Mientras tanto y eso ocurre, podríamos pensar que en Cajeme, la muerte tiene permiso.
