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¿Regreso del presidencialismo?

Raúl Héctor Campa Garcí
Viernes 01 de Marzo de 2019
 

¿Qué hora es? La que usted quiera, señor Presidente ¿Quiénes son los candidatos? Los que usted disponga señor.

Alinearse, callar, otorgar y obedecer sin réplica a una orden presidencial, aun sobre lo que dicte La Constitución con que se rige, social y políticamente nuestro País, es pisotear, violar y manosear a la misma. Se le han hecho remiendos ad hoc, para favorecer al círculo cercano de él místico Tlatoani mexica en turno.

Esto es lo que ha padecido nuestro País desde la proclamación de las Constituciones (1857 posterior a la independencia y después la de 1917, la que nos rige; la más manoseada y violada hasta la fecha), arreglos para poner o imponer a sus séquitos.

En el año 2000, con la transición fallida, aunque en un proceso verdaderamente democrático, llega a la Presidencia Vicente Fox, pero acotado por un congreso opositor (PRI y PRD, y sus rémoras mercenarias), aunque estabilizó la economía del País, los actos de corrupción siguieron, aunque no todo fue mal, la percepción mayoritaria de la ciudadanía, fue que no se concretó un cambio verdadero. No se pudo o no hubo voluntad política; al igual que Felipe Calderón, no pudieron librarse del PRIORATO a ultranza. Pero si algo lograron, principalmente con Fox y en parte Calderón, fue desmitificar la figura del presidente; cualquiera ciudadano los podía interpelar.

Con Peña Nieto, con el regreso del PRI a Los Pinos, surgió de nuevo un “semi presidencialismo”, muy criticado, no solo por fuerzas políticas opositoras, también por la crítica ciudadana no solo dentro del País, también en el exterior, a sus dislates que reflejaban su singular ignorancia y según los elevados índices de corrupción, superior a sexenios anteriores. Corrupción sempiterna en los tres niveles de gobierno.  

Ahora con el nuevo Gobierno López Obrador, que llegó al poder, con un gran porcentaje de votos, que hizo inobjetable su triunfo; que se basó como lema de campaña, en combatir a la corrupción oficial perene y que arropa a gran parte la sociedad, en todos los niveles. Su estilo de hacer su campaña política, conseguir simpatías y lealtades en la mayoría de los votantes (30 millones, del total que salieron a votar), despertar emociones y pasiones básicas en ellos. Esto último, es lo que define a la demagogia. Y por el bien del País ojalá resulte positivo. Difícil en la práctica, más no imposible con voluntad. 

 

¿Quién podría objetar el propósito de combatir la corrupción? Nadie… no corrupto. Quizás sea la excepción de algunos aduladores o nuevos aliados (que rondan a todos los presidentes y que les encanta transmitir el canto embriagador de las sirenas y sirenitos con colas pisoteadas, para quedar bien con el gran hacedor en turno). Algunos politólogos, observan rasgos de un Presidencialismo a ultranza, en las primeras acciones del nuevo gobierno, en estos 90 días. Tal vez, es poco tiempo para juzgar y aplicar el dicho que: “por la víspera se saca el día”, de un político, que precisamente se formó en la época del presidencialismo a la mexicana, en la segunda mitad del siglo anterior (s. XX). Pero la hipótesis o conjetura, quizás se explique en la práctica o se descarte con el tiempo, en que gobierne.

 

El Presidencialismo es aquella forma de gobierno caracterizada por la primacía del principio de división de poderes, y el equilibrio y la distribución de materias entre los distintos órganos constitucionales coordinada mínimamente por el Presidente, es decir la Jefatura del Estado*. (Fuente: guiasjuridicas.wolterskluwer.es/Content/Documento.aspx?params=). Pero en México, la autonomía de los 3 poderes de gobierno nunca ha sido real y siempre ha sido un sistema de “neo presidencialismo”, cuyo origen histórico es el “bonapartismo”, el régimen autoritario de Napoleón, que unía a una apariencia de constitucionalidad democrática, a una estricta jerarquía en el poder de mando. Donde el jefe de Gobierno (el Presidente), es superior en poder político a todos los demás órganos y puede llegar constituir una forma de gobierno autónoma (misma fuente*). Los presidentes, anteriores y actual, detentan el monopolio “indiscutible” del poder, bajo el principio de legitimidad popular.

En el actual, el disfraz de las consultas populares (del pueblo sabio) es darle esa legitimidad popular, a las acciones propuestas “en la intimidad” del gobernante y su primer círculo en el poder.

El Presidencialismo en México es, el poder político que caracterizó al sistema político mexicano, en la era del sistema hegemónico (del surgimiento del PRI hasta la aparición de los gobiernos divididos). Jorge Carpizo (+) señaló que el Presidencialismo en México denomina la predominancia del Poder Ejecutivo sobre los pesos y contrapesos del régimen político y sobre los mecanismos de decisión política en el periodo citado, gracias a que la institución presidencial pudo hacer uso de sus facultades constitucionales y metaconstitucionales (según la RAE. “Es poder o derecho para hacer algo. Serie de poderes que se encuentran más allá del texto constitucional…”) que le otorgaron al presidente poderes por encima de los demás órganos del Estado. 

(Fuente:  http://sil.gobernacion.gob.mx/Glosario/definicionpop.php?)

El presidente propone y dispone, ante un Congreso mayoritario. No como debería ser, con responsabilidad de lo que el Presidente propone y el congreso dispone. El Presidencialismo No regreso. Nunca se ha ido. Tal parece, hasta el momento, que no hay nada nuevo bajo el sol. Esperemos que el cielo de México se libre de antiguos nubarrones políticos. Pero – cantaba José José- lo dudo. Ojalá y me equivoque.

 

raulhcampag@hotmail.com  

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