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Hace un par de meses, dentro del ciclo “De la literatura a la pantalla de Kubrick”, realizado por el Cineclub Itson, con un aceptable número de espectadores, debo sincerarme que en lo personal fue muy satisfactorio escuchar una gran aportación de comentarios al momento del debate.
Pero alguien se preguntará ¿pues qué tienen las películas que nos hacen preguntar a veces en silencio y a veces en público?
Pues sencillamente, que las películas son ideas-imágenes continuas que delante de nuestros ojos nos comparten emociones diversas. En términos de Miguel Littin, un cineasta chileno, él argumentaba sobre cómo las películas nos cambian la vida. Cambian nuestra manera de pensar , de contrastar nuestro pensamiento con una ficción que en realidad es un mero pretexto para que el espectador se haga preguntas sobre su realidad.
Por ejemplo, todos aquellos que leímos las imágenes de “Naranja Mecánica”(Kubrick,1971) inspirada en la novela de Anthony Burgess, de alguna manera hacemos un ejercicio de contraste entre la novela y el filme. Posteriormente, este ejercicio nos conducirá a acentuar ideas y diferencias entre ambas obras.
Y en el sentido de lo dicho por Littin, soy de la idea que la exposición al filme, termina por incrementar nuestro pensamiento inicial, que obviamente no será ya el mismo de antes.
Y así, cada que termina una sesión de cineclub , los directores de debate emprenden una labor de provocar la participación y de obtener respuestas de modo colectivo. Y esto es cierto, cuando formamos parte de un debate del cineclub, tal vez sin querer o no terminamos por hacer hablar a alguien que hasta ese momento no conocíamos. Esta etapa del debate, es precisamente la parte medular que nos convierte en comunicadores y receptores.
Sobre el oficio de cineclubero y director del debate, dos conceptos que son dos caras de una misma moneda. Primero, es necesario partir de una idea temática, es decir, investigar ¿qué es lo que interesa al espectador? y después armar un ciclo que se caracterice por la calidad de las obras y lograr un ciclo de contraste, ya sea de cinematografías diversas o bien de autores poco conocidos, o mejor dicho buscar una producción de obras no tan marcadamente comerciales. En cuanto al acto de debatir, tratar de no convertirse en un “mata ideas”, mostrar una posición donde el espectador se sienta cómodo e importante en su participación.
En este sentido, quien dirije el debate, debe ser en lo ideal un experto, aunque también se entiende que habrá temáticas que lo rebasen, para lo cual siempre será importante tener aliados en la sala, o antes de la programación del ciclo. Recordar que lo deseable sería siempre, que algún experto en la materia nos eche la mano en la temática de referencia, que conversemos con él y nos acerque algunos ejemplos.
Volviendo con el espectador, que en el caso del cineclub Itson es mayoritariamente público estudiantil, con jóvenes entre los 19 y 25 años, a menudo su participación se convierte en una tarea difícil, pero con la que el director del debate debe enfrentar, con técnicas que le permitan obtener preguntas y conducir de modo exitoso su ejercicio.
Recordar siempre que las buenas películas propiciarán la participación del público interesado en la discusión y el análisis de las imágenes. Cada que terminamos de “leer” una película, los directores de debate deberán también “leer” los rostros de los asistentes, para medir en parte el éxito o fracaso de una sesión, si “leemos” las caras del público, apreciaremos rostros serios, pero también algunos sonrientes y felices, y eso es lo que se pretende con un ejercicio de debatir en el cineclub. Localmente, aparte del Itson, existen otros cineclubes en la Biblioteca Pública y en la Ulsa.
Adolfo González Riande es egresado de la Licenciatura en Periodismo por la Universidad Veracruzana, y responsable del Cineclub Itson.
