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¿Por quién doblan las campanas?

Gonzalo A. Andrews
Miércoles 01 de Agosto de 2018
 

Gota a Gota V

Se olía el olor a muerte, a impunidad, incapacidad, corrupción. En cada rostro una huella de dolor reprimido maquillaba sus razones, ecos que ningún santo, ningún dios ha atendido   en sus plegarias, tal vez estén también de vacaciones, dicen unos, perdonen la blasfemia es que el dolor no entiende de razones, acotaron.

Ahí van caminando a no de donde ni para qué, mientras las cascadas de sus ojos agotan esperanzas en la ya próxima sequía. 

La desesperación los hace Inventar historias a cada segundo que avivan lo imposible, aunque mañana otra vez la realidad les diga sus verdades.

Si encuentran un cadáver se preguntan ¿será él, será ella? Y cientos se pelean la esperanza. Ahí van, zombis supurando el reclamo en tierra de sordos, exigiendo justicia en tierra de ciegos, marcando a cada paso con llanto reprimido su desgracia “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” “Justicia, Justicia” clamaban los carteles, mientras otros en Aspen o Miami disfrutan los recesos en la burbuja del incapaz pretexto, en la ciudad en la que nunca pasa nada.

Nadie comulga con ellos su desgracia, es dolor ajeno dicen, piensan, los que ven la caravana de dolientes en procesión regar su llanto en el asfalto. Los mirones se santiguan o persignan tratando de exorcizar la desgracia ajena no vaya a ser que sea contagiosa ¡Dios nos libre! ¡Pobrecitos! Hay quienes marchan con ellos solidarios, porque saben que tal vez mañana, ¡Dios nos guarde!, cualquiera de nosotros estaremos o muertos o dolientes ¡Qué tristeza! Algunos de los muchos que no fueron, dirán ¡Quién les manda! ¡Andaban en malos pasos! Pero qué madre o padre, hermana, no llora o siente dolor por la muerte de un hijo o un hermano, violenta o no la muerte, aunque sea un delincuente.

¿Y los inocentes, esos que coleccionan balas perdidas por estar en el lugar equivocado, en el momento…?

Solo quiero recordar a los 100,000 que pudieron asistir y no lo hicimos, aquella historia de un filósofo alemán de la segunda guerra, no recuerdo el nombre ni el texto exacto, pero decía: “Vino la Gestapo por los judíos y como no éramos judíos, nadie dijo nada. Vino la Gestapo por los Homosexuales y como no lo éramos, nadie dijo nada. ¡Regresó la Gestapo por nosotros… y nadie dijo nada! 

La tarde olía a sangre, muerte, desconfianza. Alguien dijo desde el segundo piso, es legal el descontento. ¡Aplausos! Como si el dolor o la impotencia requiriera permiso. Es Cuanto


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