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La gran firma de guitarras Gibson se declaró recientemente en bancarrota y Fender, otra de las grandes, está con problemas financieros. El mercado no crece. En los últimos años las prestigiosas compañías de guitarras eléctricas optaron por ofrecer productos más baratos, pero ni así. Simplemente la industria está en dificultades por el cambio en los gustos del nuevo milenio.
El instrumento ya no seduce y se vuelve cada vez más irrelevante en los estilos de moda. Ya no es más aquel símbolo de energía, creatividad y rebeldía, tres cualidades juveniles que motivaban, congregaban.
Para quienes crecimos fascinados con este instrumento y sus héroes nos parece inconcebible que las nuevas generaciones no puedan apreciar su magia. Un solo de guitarra, antes cima y apoteosis de una canción, ahora genera bostezo.
Las pocas leyendas de la guitarra eléctrica que quedan luchan por acercarse al público más joven, todavía en los 90s lo pudieron hacer y extender su legado, pero ahora no parece haber manera, su mundo ya resulta completamente extraño. Solo queda el público nostálgico que viene a menos.
Las nuevas generaciones están muy entretenidas con sus dispositivos electrónicos, las redes sociales, memes y videojuegos y en su mundo solo suena una música burda, primitiva y sin sustancia para rellenar. Nada más lejos de una música inteligente que procure sentimientos sublimes.
Resulta chocante observar como en objetos de alta tecnología, en reproductores y bocinas de tan fina calidad hechos con excelsas técnicas y materiales que requirieron la suma de tanta inteligencia y esfuerzo, en ellos, suene música tan mediocre por todos lados.
¿Por qué no se enaltece y valora también la inteligencia en la música? ¿Nos estamos convirtiendo en una sociedad altamente tecnificada pero muy superficial?
Las compañías de guitarras tienen la esperanza de que en los próximos años surja un nuevo héroe de la guitarra que cambie las cosas y la juventud vuelva a abrazar el instrumento con entusiasmo de antes. Ya veremos, pero suena a esperanza ingenua.
Se vale ponerse melancólico por un instrumento musical pero tampoco se trata de hacer tanto drama, todos sabemos que los cambios se acontecen y a lo largo de la historia muchos han desaparecido.
Lo que duele, lo dramático, es lo que queda: actitudes y tendencias que desvalorizan algo que puede ser tan excelso y humanizante como la música y el triunfo de la cultura de lo mediocre, desechable y pusilánime. La guitarra eléctrica y su caída ¿signo de los tiempos?
