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Día del niño. Una reflexión

Raúl Héctor Campa García
Miércoles 25 de Abril de 2018
 

En mis frecuentes viajes a la Ciudad de México, en los último dos años, por lo general destino dos días a la semana (martes y jueves) para asistir (“colado”), a las sesiones académicas del Instituto Nacional de Pediatría (INP); este día no fue la excepción. Pero me encontré con una sorpresa, que, en el vestíbulo del auditorio se encontraban una cantidad de padres de familia, en la mayoría madres, con sus hijos; todos ellos pacientitos del Instituto, por diversas patologías; niños de diferentes edades: lactantes menores, mayores, prescolares y escolares, en su mayoría. Había gran cantidad de payasitos y payasitas que coordinaban las actividades que se realizaban en ese momento: reparto de antojitos, refrescos, y divertían con sus cómico-comedias a todos los niños presentes y a sus familiares. Pregunté a una madre asistente con su niño en brazos -el bebé con un problema neurológico-, a que se debía esta reunión y que significaban tantas sillas de rueda y carriolas nuevas que se encontraban allí. Me contestó: por el festejo adelantado, que les hace el INP a los pacientitos por él día del niño (30 de abril) y que las carriolas y sillas de ruedas, se las obsequiaba el Instituto a sus niños enfermos que las necesitaran. Me dirijo al auditorio supuestamente a escuchar la conferencia académica o cultural de los martes. Oh, otra sorpresa, el auditorio casi lleno de niños, con sus padres (mamá y papa), niños en brazos de sus padres, otros en silla de ruedas, otros sentaditos en las butacas, unos con cubre bocas, conectados otros, a través de venoclísis a una bomba de infusión y había otros pacientitos quizás externos (no hospitalizados); muchos con sus caritas pintadas por payasitas y payasitos. Todos esperando, quizás una sorpresiva función; que yo no esperaba (¡iba a una conferencia!). 

De pronto se escucha: Primera llamada, primera llamada; mientras tanto, al auditorio seguían llegando niños y sus acompañantes. Me acomido a ayudar, a unas dos o tres madres que transportaban a sus niños en silla de rueda, a subir dos o tres escalones, que dan accesos a los pasillos, para que sus niños observaran la ya esperada por ellos, función. Segunda llamada, tercera llamada, iniciamos. Un grupo de niñas y niños, entre 6 y 14 años de edad aproximadamente, todos vestidos de blanco, suben al estrado. Desde abajo del estrado se empieza escuchar como introducción, la instrumentación de una conocida canción infantil. Tres jóvenes músicos (dos muchachos y una joven muchacha), uno al piano y dos violines respectivamente. El coro de los niños de blanco empieza a cantar: “Quien es el que anda allí… es Cri Cri, es Cri Cri… y quien es ese señor…el grillo cantor…”. Sigue solo la música instrumental que sirve de fondo, a la presencia en el pódium de un niño disfrazado de grillito, que da la bienvenida a todos y se presenta como: ¡Yo Soy el Grillito Cantor! el autor de las canciones infantiles que gustaron a sus abuelitos, a sus padres y ahora a muchos de ustedes. Luego da la semblanza de Francisco Gabilondo Soler: El Grillito Cantor; personificado por él. 

Posteriormente –el niño grillito cantor- presenta y explica cada una de las canciones que se interpretan; con la caracterización de los personajes, que llevan los títulos de las mismas: El ratón vaquero, La negrita cucurumbe; Negrito sandía, Rey de chocolate (narrada), El fantasma del castillo, El cuento chino, Che araña, La muñeca fea, La Patita y el chorrito (narradas), El ropero, etc. 

Admito que soy fan de estas canciones que me hicieron recordar la infancia de mis hijos y ahora se las ponen a mis nietos, pero en spotify y no en disco vinil, como antaño. Mis favoritas: La che araña, La marcha de las vocales y La patita. 

Entre los cantos infantiles y la excelente actuación del niño, maestro de ceremonia (El grillito cantor), y entre el llanto de los niños de brazos, los más pequeños; los aplausos brotaban espontáneamente. La felicidad de los niños se notaba en sus rostros que reflejan su inocencia, algunos con un estoicismo “involuntario” o voluntario a sus diversas enfermedades, quizás algunas graves a corto plazo, otras crónicas, ya sea adquiridas o congénitas. Otros con enfermedades en plena recuperación o remisión total. Sus madres y padres asistentes, todos los acompañantes (me incluyo), fuimos partícipes de ese momento feliz de estos pequeños. Una más de sus múltiples y encomiables acciones humanitarias del personal del Instituto Nacional de Pediatra, como lo hacen muchas otras instituciones en nuestro País.

 

Después de este noble acto en el INP, como muchos que se llevan a cabo en el País en este día y todos los días, buscando la felicidad y el bien superior de los niños; me pregunto ¿Por qué existen personas adultas que ponen en riesgo a nuestra niñez, incluso algunos hasta en el momento de la concepción y en el transcurso de su existencia, por las guerras, abusos sexuales, abandono, desigualdad social, pobreza, entre otras causas, que los hacen vulnerables? ¿Por qué algunos adultos, quieren coartar una infancia feliz, preocupándolos tempranamente al querer implantar una “identidad de género”, por los promotores de la antinatural –biológica y fisiológicamente- “ideología de género”?

Temas polémicos, entre otros, en una sociedad que se debate para encontrar el punto justo entre la tolerancia y la intolerancia, entre lo permisivo y no; en la congruencia que debe de haber entre lo ético y lo político de estos temas que están en la agenda de la gobernabilidad.

#PARACAMBIARYOMEINCLUYO.Dr. Campa

#MéxicoEnAcción.

raulhcampag@hotmail.com 

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