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Navidad... Un brindis por mis muertos

Andrés González Prieto
Miércoles 21 de Diciembre de 2016
 

A Luis Montoya, Don Gilberto Borrego, Jimmy Torres, Chuchis Ceja, Ramón Iñiguez, Miguel Muñoz, Octavio Meza y demás Orquesta.

 

Esta noche el alegre festejo de los ambientes navideños ahondará mis tristezas, los dedos de las manos contadora de amigos se  mutilan en   ausencias.

Cómo brindar en la soledad, admitiendo la necesidad de amigos. 

No piense el mundo que  edifico altares a los muertos,  estos quizá ya fueron enterrados por sus deudos, en la muerte injusta del olvido.

De sus nombres tal vez solo quede una incierta fecha que solo se recuerda cuando la culposa nostalgia nos relaciona con la ausencia eterna. Atrás quedaron los momentos gratos en el mar de imperfecciones que nos distingue a los humanos, tal vez ya ni exista el polvo de sus huesos.

Y sin embargo, yo que no tengo obligación carnal de recordarlos, los invoco con la autoridad de la amistad sembrada, esa que no sabe de tiempos, ni existencias, de esquelas o   llantos, de adioses imperfectos.  

Los convoco amigos míos a que por un instante brinden conmigo y alcemos juntos la dulce copa como en los tiempos idos; Agarra tú el trombón  Luis, y el solito   declame borracho su María,   el Chuchis grite  extraña poesía excelsa en verdades,  Ramón Iñiguez corrija mis historias con látigo fraterno, Miguel Muñoz toque jazz con pleitesía y el chicles me abrace en sus enojos, al Jimmy torres cómo no invitarlo  si fue mi hermano en penas y alegrías,  Don Gilberto Borrego, mi padre putativo ( aunque se lea mal) calme el volcán que fui en aquellos días.

¡Ay mis amigos!, ¿cómo no voy a extrañarlos si nunca falta una palabra, anécdota o acto en mi existencia vana que los recuerde de inmediato. Por tal acudo a ustedes para refugiarme de los muertos en vida, esos que destilan podredumbre por los ojos, vil hipocresía, envidia por la boca y sus manos  manchadas   del momento sustancioso deshonesto?.

Si, acudo a ustedes cuando la incomprensión de mi bohemia o soñar despierto necesita una copa, un trago de recuerdos del vino aquel sacramentado, de la amistad eterna.

Que se vaya mi alma con ustedes de parranda, tiene permiso, a donde las miradas indiscretas no puedan criticarlos, "a mirar las estrellas",  a “forjar” el destino, al Toro, al Veneno, al infierno mismo, donde podamos reír a carcajadas.

¡Vamos vagos, hagamos travesuras como  niños! O en parvadas de aves golondrinas aleteemos con las plumas los cristales de las casas donde aún se les recuerda. Júntense pandilla de almas buenas a derramar en los pobres la esperanza, ustedes que conocen los destinos bendigan las casas que piden bendiciones y a los poetas que siembran en los surcos de la vida, inspiren nuevos granos para que broten nuevos panes de la tierra.

O mejor convirtámonos en duendes traviesos de la noche y escalemos el árbol tumbando las esferas, agarremos los bastones y las botas que cuelgan cerca de la estrella, abramos los regalos, cambiemos las tarjetas como una travesura que nadie nos vigila, aún se escuchan los cantos de posadas allá la fiesta, aquí el desmadre navideño entre pares.

Brindemos compañeros etéreos, porque esta amistad nos sea eterna, de antes y después, de noche y día, en el pentagrama de teclas blanco y negro en cualquier melodía que hable de recuerdos.

Váyanse por favor cuando la copa se llene con mi llanto y mis palabras el alcohol ataje su salida, cuando nazca el niño bueno y el pesebre encienda la esperanza y esparza buenaventura  en la faz de la tierra, cuando suenen las doce campanadas, nos diremos como siempre, ¡Hasta pronto! 

¡Feliz Navidad!

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