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Los resultados no pueden ser más catastróficos: De diez años a la fecha, tiempo en que Calderón, --- el hombre que quiere retomar el poder a través de su esposa, doña Margarita Zavala, para enseñarnos que a la segunda va la vencida o, en su caso, aumentar el número de muertos a causa de la más inútiles de las guerras declaradas al crimen organizado – decidió lanzar su particular guerra en contra del narcotráfico, a troche y moche, teniendo al propio narco incrustado en sus propias narices, no ha habido un solo momento de paz para el mexicano.
Dicho y comprobado lo anterior, con más de cien mil muertos en contra y sus debidos efectos colaterales, no creo que haya un solo mexicano que no acepte el que ésta guerra ya se perdió. Los cartones: Trescientas carreras a una, a favor del Chapo Guzmán y sus miles de seguidores, esos mismos que se hallan diseminados por todo el territorio nacional, muy al estilo de la “ tiendita de la esquina” hasta donde no ha podido llegar ni uno solo de los tres órdenes de gobierno.
El cáncer ha corroído de tal forma la república que hay casos – como ya lo hemos comentado aquí --- como Guerrero cuyas morgues ya no les cabe un solo muerto más. Por si esto fuera poco, a toda esta desgracia habría que agregar algunos factores determinantes que llevan a pensar a que todavía es posible acusar a Calderón de crímenes de Lesa Humanidad, debido a que tanto él, como sus “ policías científicos”, sabían de que esta era una guerra que ya estaba perdida, dedicada al fracaso, pues, desde el primer momento en que el michoacano se enfundó en su ridícula casaca de comandante supremo de las fuerzas armadas, para, como primer acto de gobierno, sentenciar a las familias mexicanas a la decena trágica que a estas alturas ya por su mayoría de edad; es decir, 18 años de balazos, de crímenes, de desaparecidos, de viudas, huérfanos y más huérfanos, como único resultado.
Y estaba perdida porque sencillamente no estaban las condiciones para el caso. Y no estaban, por una de las más poderosas de las razones; la infiltración del narco, hasta el tuétano, de todos los cuerpos policiacos y hasta hombres de la ley, mismos que, hasta la fecha, siguen sin resistir los cañonazos de cincuenta y hasta cien mil, pero dólares, de los que nos hablaba el general Obregón.
Las otras razones, de sobra conocidas por Calderón y sus hombres es que, hasta la fecha, se sigue contando con los policías peor preparados del mundo, los peores pagados; la más insuficiente de América Latina y por si fuera poco, la segunda más corrupta del mundo, según datos de la OCDE.
Pero no paran ahí las desgracias; en México existen 400 municipios que no cuentan con un solo policía y hay otros, como Rosario y el Quiriego, aquí en Sonora, en donde cuando mucho se dispone de tres o cuatro elementos, incluido el comandante. De los más “ alivianados”, anote usted que hay por lo menos ochocientos ayuntamientos en donde la mayoría de sus agentes apenas cuentan con la escuela primaria, como única preparación.
Vistas así las cosas, aquí entre nos y si se vale opinar, valdría la pena volver los ojos hacia otros estados de la república que ya le encontraron la cuadratura al círculo, como bien lo comentaba hace unos días con el columnista un alto funcionario de la Procuraduría General de la República:
Fue cuestión de que la iniciativa privada se pusiera las pilas, tomara el toro por los cuernos y colaborara con su enorme piedra de arena en un asunto en el que todos estamos resultando víctimas. Va de tarea….
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